Lunes, 27 de Marzo de 2023
<<A la búsqueda de esa hora futura en la que la libertad sea protagonismo de los ciudadanos>>
Artículos - Editorial - El búho ante el espejo
18/09/2013

La conspiración universal de espías, inquisidores, especuladores y corruptos


por Antonio Colomer Viadel


            Las noticias más recientes sobre ese Ingeniero Informático, Edward Snowden,  empleado en la Agencia Nacional de Inteligencia (NSA) de Estados Unidos, que en un arranque de vergüenza y dignidad denunció la gigantesca trama de espionaje a millones de ciudadanos sobre sus llamadas telefónicas, tarjetas de crédito, correos electrónicos, etc, a través del programa PRISM,  y con la necesaria complicidad retribuida de las grandes Compañías Microsoft, Apple, Yahoo, Facebook, Youtube, Skype, Google, etc ha dado a conocer al gran público, un tanto estupefacto, que todos éramos minuciosamente espiados sin ningún pudor ni respeto y en violación flagrante de derechos fundamentales. 
Es curioso que aquellas Compañías que se presentaban como adalides de la libertad en el nuevo universo de Internet han sido utilizadas con su conocimiento y han recibido las 30 monedas de Judas en forma de increíbles beneficios.
El denunciante a la prensa de este Ciberespionaje ha sido acusado de alta traición como ya antes ocurrió también con el soldado Bradley Manning, cuyos grandes pecados son haber puesto al descubierto los comportamientos ilícitos e inmorales de grandes Agencias Gubernamentales en violación de los derechos,  tanto de sus propios ciudadanos como de ciudadanos de otros países.
Ahora bien, éste es un cuento viejo ya que, con formas más o menos rudimentarias, esa alcahuetería de los Gobiernos para tener inermes a sus ciudadanos viene de muy lejos. Y en la historia más reciente,  ya desde 1976,  se tenía noticia de la Red Echelon también de la NSA,  para controlar teléfonos, faxes, e-mails, por Estados Unidos y sus cómplices anglosajones: Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda,  partícipes actualmente en el mismo baile vampiresco de la información.  Importante aviso a los europeos continentales de por dónde van los quintacolumnistas del proyecto de la Unión Europea,  ya denunciados como tales por el General De Gaulle que siempre vetó la entrada del Reino Unido.
Nos enteramos así mismo, de que esta conspiración inquisitorial de los espías es también un negocio de la empresa privada.  Hemos descubierto cómo es un negocio lucrativo disponer de datos de clientes que se venden para encontrar el perfil potencial de consumidores de determinados productos y para ello,  se raptan las informaciones más íntimas y privadas que se incorporan a esa oferta especuladora del mercado.
Los buenos de Orwell y Huxley, en su “1984” y en su “Mundo Felíz” empiezan a quedarse cortos en medio de esta realidad apabullante de la intromisión más perversa en todo lo que decimos y hacemos.  Supongo que a la hora de publicarse este artículo mi propia ficha se verá incrementada con varias notas en rojo sobre “peligroso denunciante de nuestra Sacro Santa actividad informativa”.
En esta conspiración universal de la infamia se incluyen por derecho propio todo esos especuladores financieros que arrastran a las personas y a los pueblos al desastre sólo en beneficio propio, manejando una tecnología en la que los robots en milésimas de segundo compran y venden en la bolsa, riéndose-si pudieran hacerlo-, de la ingenuidad de las personas inversoras con su ritmo semi paralítico. 
Los capitales golondrina  - otro  subterfugio para denominar a verdaderos depredadores siniestros - van y vienen de aquí a allá con las fauces rebosantes de sangre de las pobres gentes que han caído en sus garras de usurocracia y especulación alucinante.
Desgraciadamente la contaminación de tales comportamientos ha llegado a la vida política  e incluso a la vida comercial más elemental.  La atonía moral de que todo vale y todo es una oportunidad para el beneficio propio ha hecho crecer hasta el infinito las manadas de corruptos.
El  Papa Francisco en su librito “Corrupción y pecado”,  escrito cuando era Arzobispo de Buenos Aires,  diferencia claramente estos dos conceptos porque en el pecador hay posibilidad de arrepentimiento mientras que en el corrupto hay el triunfalismo del éxito y la voluntad de corromper a otros y conseguir las complicidades necesarias para crecer en el éxito de la corrupción.  “El corrupto no percibe su corrupción”.  Sucede lo que con el mal aliento: difícilmente el que tiene mal aliento se percata de hecho, son otros los que lo sufren, escribe el Arzobispo Jorge M. Bergoglio.  “Tiene anestesiado el espíritu del bien.   Busca siempre compararse a otros que aparecen como coherentes con su propia vida para encubrir su incoherencia, para justificar su propia actitud”.  “La corrupción crece en atmósfera de triunfalismo, el corrupto se siente ganador y avanza en ese ambiente triunfal.  El corrupto no conoce la amistad sino la complicidad.  Sólo hay para él cómplice o enemigo.   Por ello toda corrupción es proselitista.”
Estas luminosas palabras del que iba a ser luego Papa Francisco culminan con la idea de que “la corrupción es una cultura de pigmentación por cuanto convoca prosélitos para bajarlos al nivel de la complicidad admitida.  El alma se habitúa al mal olor de la corrupción.  Y se llega a la mediocridad y a la tibieza,  y al negocio incluso con Dios.”
En la política de los partidos políticos,  además de estas posibles corrupciones individuales, se da también en la estructura organizacional esa insana pasión por controlar poder a cualquier precio,  que puede llevarnos a justificar cualquier falta de ética,  o incluso crímenes.  Además, la actividad política es costosa y ahí llega la dependencia respecto a los poseedores del dinero, el financiamiento de campañas implica sometimientos turbios que siempre hay que pagar de una forma u otra.
En medio de la ilusión y la euforia de aquellas primeras elecciones democráticas en España, de junio de 1977,  en la que nos presentamos con nuestra Federación Laborista,  fui consciente de esa servidumbre al dinero y a sus poseedores por las organizaciones políticas que querían vencer a toda costa.  En el prólogo a un libro de Vicente Pérez Sadaba titulado “Una solución de izquierda para España”,  - el primer libro de nuestra editorial La Hora de Mañana, aparecido en Valencia, en mayo de 1977,-  escribí, citando un párrafo de nuestro Manifiesto Laborista: “ la ética exigente y las nuevas relaciones sociales que necesitamos implican la presencia de nuevos protagonistas sociales - sindicalismo comunal, sector cooperativo y autogestionario, consejo de trabajadores, racionalización de sectores privado y público, estímulo a la capacidad empresarial auténtica-, y un enorme esfuerzo pedagógico y educativo que cree los nuevos hábitos de convivencia solidaria desde la infancia”.
“Esta esperanza no la empaña la algarabía y el frenesí de éstas vísperas electorales, en donde los causantes de tantos desafueros, quieren sucederse a sí mismos, sustituyendo la fuerza de la razón por el bombardeo de propaganda”.
En los aledaños de esta epidemia moral universal pero como bomba de relojería dispuesta a multiplicar sus efectos letales,  se encuentran los neoinquisidores en múltiple variedad de fanatismos,  ya sea de índole religiosa, racial, ideológica o territorial, -  los nacionalismos de aldea que desprecian todo lo ajeno desde la mitificación alucinógena de lo propio-, sustentados en un resentimiento moral permanente y en una obsesión patológica que alimenta el odio a cualquier atisbo de libertad e independencia frente a su dogmatismo y en una creencia que se apoya  en la aniquilación  de lo que escape a su control enfermizo.
Lo terrible es la contaminación de estos comportamientos al conjunto social.  El engaño se convierte en práctica habitual.  No se trata ya de esa infamia de la estafa de “las preferentes” de algunos Bancos y Cajas de Ahorro,  por lo que secuestraban los ahorros de personas mayores,  o poco informadas,  abusando de su confianza.  Incluso en otras prácticas comerciales más pequeñas se ha llegado sistemáticamente a la práctica del fraude y el engaño.  Recuerdo una anécdota que me contaron hace tiempo de un vendedor de esas empresas que iban a la búsqueda de gente anciana o de deficiente formación, para  con el señuelo de unos regalos aparatosos,  conseguir que firmaran luego unos contratos abusivos  que implican el pago de cantidades desorbitadas por una enciclopedia o colección cualquiera de libros.  Aquel hábil y joven vendedor había ya conseguido convencer a la anciana, había rellenado el contrato y le había prácticamente forzado a firmar lo que era en realidad una condena onerosa en lo económico para ella.  Aquella buena mujer levantó la mirada y le dijo: pero esto, hijo ¿será para bien?, al muchacho que tenía ese rescoldo moral aún no apagado,  se le hizo un nudo en la garganta, cogió los papeles y los rompió.  A la mañana siguiente dimitía como vendedor de una de estas empresas buitres.
Ciertamente este caso puede ser una excepción,  pero también es cierto que las minorías organizadas para el abuso y la extorsión en esa conspiración universal de la infamia actúan sobre personas aisladas y,  por lo tanto,  en clara inferioridad.  Hay que clamar por una alianza de los justos que actúen en reciprocidad y apoyo mutuo y denuncien a los infames,  como han hecho algunos de los protagonistas citados al principio de este artículo.






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