“Cuando una ley es injusta, lo correcto es
desobedecer”
(Mahatma Gandhi)
Este método de resistencia ante la opresión y
la injusticia no debe ser subestimado ni mucho menos desacreditado. Grandes
figuras y grandes naciones han basado exitosamente sus luchas en la
desobediencia civil. Tales son los casos de Mahatma Gandhi en la India, del
recientemente desaparecido Nelson Mandela en Sudáfrica, otrora de Martin Luther
King en Estados Unidos; entre nosotros la resistencia civil literaria de
Sábato, la resistencia civil solidaria en admirable Red encabezada por Juan
Carr, entre tantos otros menos visibilizados.
Podemos encontrar la figura de la
Desobediencia Civil y del Derecho a la Rebelión en textos de trascendencia
universal. La Declaración de Independencia de los Estados Unidos expresa que
"la ley natural le enseña a la gente que el pueblo está dotado por el
creador de ciertos derechos inalienables y puede alterar o abolir un gobierno
que destruya esos derechos". Por su parte la Declaración de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano, en su artículo 35, establece que “cuando el
gobierno viola los derechos del pueblo la insurrección es para el pueblo, y
para cada porción del pueblo, el más sagrado de sus derechos y el más
indispensable de sus deberes”.
La Declaración Universal de Derechos Humanos
(de la cual nuestro país es signatario y tiene categoría de norma
constitucional) ante la gravísima e inédita situación que está viviendo nuestro
país, resulta más que suficiente para justificar, explicar y predecir un Estado de Desobediencia Civil no solo como
resistencia a los abusos del gobierno sino en repudio a la corrupción y la
impunidad que se ha apoderado de nuestras instituciones. El pueblo es el
soberano, cualquier autoridad que actúe en contra del pueblo es ilegítima. (Arts.:
29, 36 incs. 5, 4; 75 inc. 22 y cc. de
la Constitución Nacional)
No existe delito en la desobediencia civil y
fiscal ya que no es tal Vg., no pagar los impuestos ni las tarifas sin causa,
injustas, confiscatorias e irrazonables.
En efecto,
según el artículo 209 del Código Penal, se pretende imponer prisión de
dos a seis años a: “El que públicamente
instigare a cometer un delito determinado contra una persona o institución”.
Las leyes penales tributarias no castigan al
que debe impuestos y no los paga; es preciso que la evasión se produzca
mediante conductas fraudulentas, ardides o engaños (Ley N° 24.769, artículos:
1, 2, 3, 4, 5, 7, 8, 10, 11, 12 y cc.). Para que el no pago sea delito fiscal,
debe tratarse de dinero indebidamente embolsado como propio por el agente de
retención (Art. 6) o retenido a los dependientes en concepto de aportes para la
seguridad social (Art. 9) o como en nuestro caso, por estos días, gigantes desvíos de fondos
públicos para epicúreos hedonismos de mucho funcionariato ante una exacerbante
“prudencia (¿o complicidad e impotencia?) judicial”.
El fin y el límite del Estado es el bien
común, un bien común incompatible con esa corrupción que ha parido de la nada,
obscenos enriquecimientos ilícitos con simultáneos empobrecimientos pavorosos
de –poco menos- un tercio de los argentinos y escandalosas desigualdades
consecuentes; un bien común propio de un
humanizado contrato social, de un contrato social no leonino e insoportable,
enrevesado e irrito en el ámbito del cual alguien “¿escondió?” fortunas
recaudadas por ingresos públicos con afectación legal específica para ser
destinados a inversiones, modernizaciones y expansiones de los sistemas e
infraestructuras de salud, de educación, de seguridad, de energía, de servicios
sanitarios, de transportes, de jubilación,
etcéteras.
Compatriotas, entonces cuando el Papa
Francisco sentenció: ¡pecadores si, corruptos, no! ¿qué más esperamos para visibilizar y
movilizar nuestra resistencia pacífica…¡para hacer
ruido!?
A nadie
sorprenderá pues será muy lógico, comprensible y plausible que, los mansos
paganini de siempre se rebelen definitivamente contra la política del “a más de
más”, conscientes de que ninguna paciencia es ilimitada, pues, contra el vicio
de pedir, finalmente será la virtud de no dar.
Finalmente el Papa Francisco, inspirado
angularmente por San Francisco de Asís y la beata Teresa de Calcuta, nos
acicatea en su Evangelii Gaudium (Pág. 145 p. 183 y cc. de la primera edición
de la oficina del Libro de la Conferencia Episcopal Argentina, Diciembre de
2013) esclareciéndonos respecto a que nadie
puede exigirnos que releguemos la ética, la moral, la equidad, la ecuanimidad,
la solidaridad, la fraternidad, las religiones, la ecología y la paz a la intimidad secreta de las
personas, sin influencia alguna en la vida social y nacional, sin preocuparnos
y ocuparnos por nuestros valores perennes, por las fragilidades humanas y de la
salud de las instituciones en la sociedad civil; sin opinar sobre los
acontecimientos que nos afectan, perjudican y denigran como ciudadanos.
En
el primer día de este año 2014´el mensaje papal fue:
“Llegó la hora de parar el camino de
la violencia ¿Qué está sucediendo en el corazón de los hombres? ¿Qué está
sucediendo en el corazón de la humanidad?”
Al menos en esta nota, imperfectamente, tratamos
de parar tanta violencia estatal en la medida que, ridículamente, ha desatado
tremendas ignominias humanas y en pos de lograr el bienestar, la justicia, la
armonía, la fraternidad y la paz social.
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Roberto
Fermín Bertossi
Investigador
CIJS – UNC
Periodista