José Luis López González
Miembro de la Comisión de Integridad y Prevención de la
Corrupción en el Deporte de Transparencia Internacional España
A mi querido amigo y Maestro, el Profesor Antonio
Colomer, el mejor director de
equipos académicos que he conocido, por su capacidad para hacer aflorar lo
mejor de cada discípulo y para crear relaciones de amistad, solidaridad y
afecto fraternal entre todos ellos. A mí
querido amigo José Luis Adanero, modelo de integridad personal y
profesional que encarna los mejores valores a los que se refiere el presente
trabajo
“En mi opinión el entrenador tiene la
obligación de ser una persona ejemplar. Su poder depende de su ejemplo, por lo
tanto debe ser una persona moralmente íntegra. Esa integridad generará
confianza en los jugadores” - Vicente Del Bosque
“Entrega,
disciplina, trabajo, sacrificio, ilusión, humildad y mucha fe, creyendo siempre
en nosotros mismos. Se trata de hacer las cosas bien hechas en cada
entrenamiento y en cada partido. Hay que practicar un fútbol de entrega, serio
y ordenado, añadiendo la virtud de saber dar ese paso adelante que te acerque a
la victoria” – Luis Ángel Duque
“En
el fútbol hay un trabajo de pensar y reflexionar, de imaginar. Y después, de
atreverte a hacer eso que has pensado para estar siempre más cerca de ganar que
de perder en cada partido” – Asier
Garitano
“Soy
feliz y todos los días vengo con optimismo a entrenar y con el deseo de
entregarme al máximo, es lo menos que puedo hacer. El trabajo técnico importa,
pero también el psicológico, que es fundamental. Tú puedes insistir y a los
chicos les puede decir cien veces que se desmarquen, que tracen diagonales (...)
pero lo que tienes que tener muy claro es que estás trabajando con seres
humanos. Hay chicos que cuando se entrenan pueden tener preocupaciones porque
tienen a la mujer enferma, o están enfadados porque no juegan, o están
inquietos porque una rodilla no termina de estar a punto. A mí me gusta
preguntar por esa rodilla, por cómo va el embarazo de sus mujeres. Esas cosas
también hay que trabajarlas en los entrenamientos porque los chicos lo valoran
y luego corresponden dejándose el alma en el campo. Es su forma de agradecerte
ese trato humano que necesita todo futbolista. Soy un entrenador que facilita
mucho la comunicación, por eso si algún jugador viene y quiere, en mi puede
encontrar siempre apoyo. Yo cuando noto que un chico está triste o enfadado voy
a por él; si veo que alguno necesita un palo, se lo doy; si veo que uno necesita
una zanahoria, se la doy” – Javier
Aguirre
“Cuanto
más trabajamos más suerte tenemos. Lo digo en todos los equipos el primer día.
Y es cierto: los equipos que tienen mala suerte yo creo que es porque no
trabajan lo suficiente. Si quieres que la pelota pegue en el poste y entre, lo
que tienes que hacer es trabajar más horas. Es la forma de que la suerte
cambie”. – Manuel Escobar
I.
Introducción
La idea con la que afronto este trabajo consiste en ofrecer y
comentar un catálogo de buenas prácticas en la dirección de equipos empleando
como paradigma el trabajo de gestión de grupos que llevan a cabo los
entrenadores de fútbol, es decir, la labor que en ese ámbito deportivo
desempeñan los técnicos con sus jugadores. Si se desea sin más tener a todos contentos, finalmente no lo estará ninguno.
Se ha de ser cercano a los deportistas, pero lo más importante de un entrenador
es gestionar todas las personalidades de los jugadores para intentar ser
siempre justo. Desde la perspectiva de este deporte, el objetivo consiste en
extraer buenas prácticas aplicables a otros ámbitos como pueden ser, a modo de
ejemplo, el laboral o el académico.
Todo buen equipo parte de la concurrencia de excelentes
aportaciones individuales adecuadamente coordinadas. En concreto, en el mundo
del fútbol, además del natural protagonismo de los futbolistas hay que contar
con la labor de un conjunto de grupos de trabajo en cada equipo, como son los entrenadores y sus colaboradores o
cuerpo técnico. Ellos son quienes pueden influir en la mejora real, en
los planos individual y colectivo, de esos antes mencionados protagonistas. Es necesario
rodearse de un buen equipo de colaboradores en el que cada uno aporte lo mejor
de sí. Al entrenador le corresponde ser claro en relación a lo que espera de
cada uno de esos colaboradores.
Es el equipo formado por el entrenador y sus colaboradores el
que debe conseguir de sus jugadores que ofrezcan lo mejor de sí mismos en los
aspectos técnicos, tácticos y físicos.
Me gustaría introducir un matiz que considero importante: en
el cuerpo técnico el verdadero entrenador es el preparador físico. Lo que
denominamos entrenador debería denominarse “profesor de fútbol” pues este
profesional, en el plano de su aportación individual, centra su labor en los
aspectos de gestión de grupos, posicionales, tácticos y estratégicos del equipo
en su conjunto.
El trabajo del entrenador y su metodología tiene como
objetivo transformar una plantilla de jugadores en un equipo. A través de este modesto
artículo me propongo relatar, de manera sucinta y huyendo de cualquier
tecnicismo innecesario, cuál es el trabajo, muchas veces ingrato, del entrenador de fútbol.
Una persona que, además de preocuparse por sus jugadores y su
cuerpo técnico, debe actualizar sus conocimientos, como cualquier profesional,
de manera continuada para seguir formándose y aprendiendo constantemente. Todo
buen director de equipos está siempre activo. Debe sentirse deseoso de inspirar
al resto de integrantes del grupo. Ha de ser un líder entregado a la tarea de
tratar de ser mejor cada día en beneficio de la mejora continua de sus pupilos.
Grandes iniciativas de solidaridad nacen del concepto de
equipo surgido en el mundo del deporte. Un ejemplo de materialización de esta
idea lo proporciona Jil van Eyle. Este autor
es el impulsor de una gran iniciativa conocida como Teaming y fundamentada en el principio de que si cada
persona dona una cantidad simbólica al mes (en Europa, 1€ al mes) y se saben
aunar y conjugar todos esos incontables esfuerzos, se puede ayudar muchísimo a
causas sociales y hacer realidad innumerables proyectos. A través de su portal
web, Teaming se ha convertido en una herramienta en línea gratuita para causas
sociales y entidades no lucrativas que les permite gestionar recaudaciones de
1€ al mes. Desde 1999 se implantó en las empresas, donde cada empleado donaba
un euro al mes de su nómina para una causa social que elegían entre todos. La
iniciativa reunía microdonaciones en equipo que, de forma
individual, serían inviables. Se basa en el principio máximo de que "la
unión hace la fuerza". En 2011, las empresas Everis y Grupo Intercom se
encargan de toda la gestión de recaudación y la donación al proyecto. Para dar
el impulso decisivo a esta iniciativa, deciden crear la Fundación Teaming para
convertir esta idea en una plataforma en línea a la que cualquier persona
pudiera tener acceso. La web de esta idea se lanzó en enero de 2012 y permite
desde entonces que cualquier persona, empresa u ONG recaude fondos para una
causa social a través de microdonaciones de 1€ al mes. No se puede donar ni más
ni menos que un euro al mes por causa, lo que hace que todos los Teamers sean
iguales en el proyecto y contribuyan con idéntico impacto a su realización.
En realidad, en un verdadero equipo se producen aportaciones
cualitativamente diferentes por parte de sus miembros, ahora bien partiendo del
principio de igualdad de consideración y trato de todos ellos.
II.
La dirección de equipos a través del
estudio de buenas prácticas
Trabajar con los demás es aprender cómo se desenvuelven,
además de desarrollar normas tácitas sobre su modo de actuar en la empresa. Existe
consenso en el entorno empresarial acerca de que la creatividad y la innovación
constituyen la esencia de los negocios de éxito. Inventar un nuevo producto, un
modelo de negocio diferente o un proceso que añada valor es lo que consigue que
las firmas triunfen. Pero una cosa es tener esa convicción y otra encontrar las
claves que permitan que la inventiva haga acto de aparición.
Los investigadores Mathijs de Vaan y David Stark, de la
Universidad de Columbia; y Balazs Vedres, de la Universidad de Europa Central,
han estudiado en Game changer: the topology of creativity, los
elementos decisivos de la innovación. Desde su perspectiva, hay dos aspectos
que son hoy resultan determinantes y que pasaban desapercibidos en el pasado.
El primero de ellos alude a la naturaleza del conocimiento, que ya no es
producto del genio individual, sino de la interrelación. Al igual que en el
deporte o en la ciencia, no sólo se ha de contar con personas individualmente
brillantes, sino que se necesita una tarea de ensamblaje que permita que
jueguen como un equipo.
El segundo tiene que ver con un asunto espinoso, la
innovación, porque llegar antes que los demás no asegura la relevancia. Lo que
sí puede garantizar el éxito es un estudio a fondo de un método innovador para
conseguir adaptarlo a su entorno hasta hacerlo eficiente. No se trata de llegar
primero, sino de llegar mejor.
Uno de los factores esenciales a la hora de componer equipos
de trabajo que ofrezcan alto rendimiento, según los investigadores, es el hecho
de que hayan trabajado juntos en proyectos anteriores. En estos estratos de las
empresas ocurre igual que con los jugadores de fútbol: al adquirir automatismos
colectivos y al conocer las preferencias, fortalezas y debilidades de sus
compañeros logran optimizan su rendimiento. Cuando construyen esquemas de
interpretación adecuados y casi automáticos, la adaptación comienza a dar
frutos reales.
Trabajar con los demás es aprender sus códigos de
comportamiento y actuación profesional, además de desarrollar normas tácitas
sobre la forma de operar. El conocimiento compartido de funciones y códigos es
lo que cohesiona un sentido de grupo, porque los equipos, como bien se sabe,
distan mucho de ser la suma de individuos. El producto es (y debe ser)
multiplicador.
En la medida en que estas conexiones están construidas
gracias a experiencias anteriores –con estos mismos colaboradores o con otros–,
el éxito comienza a ser posible. Un pasado de buenas prácticas como grupo
garantiza un futuro de equipo realmente esperanzador. Eso sí, no se trata de
sumar tiempo juntos. Se trata de desarrollar eficientemente proyectos de
calidad en equipo.
El segundo factor que los investigadores señalan como crucial
lo es aún más en la medida en que suele ignorarse. Una idea innovadora es
siempre el resultado de la reagrupación de elementos que han de ser
necesariamente diversos. Y siempre que su diferencia es grande, el éxito puede
ser mayor: los equipos que tienen más probabilidades de alcanzar grandes
resultados no son los más afines, sino que aquellos que se hallan
cognitivamente distantes pero que saben encontrar puntos de intersección.
No se trata de que exista una coincidencia de fondo en los
puntos de vista, sino, antes al contrario, de que exista una tensión productiva
fruto de esa distancia de partida, pero que permita puntos de encuentro
fructíferos.
Esa lejanía en las formas de pensar, en las de desarrollar el
trabajo diario o en los objetivos que se buscan puede ser un gran problema
–como cuando una se reúne para una boda o celebra una cena de Nochebuena y
aparecen los reproches– pero, en el mundo del trabajo en equipo, esas divergencias
suelen ser muy productiva
La incomprensión en la comunicación puede ser un valor en el
mundo de la innovación, aseguran los investigadores. Parece difícil de entender
pero la razón es que no importa tanto que existan incomprensiones o roces
siempre y cuando se construya un espacio de interacción viable, que tolere
ciertos malentendidos y que dé lugar a nuevos acuerdos. Los lugares alejados
desde los cuales parten los distintos grupos pueden convertirse en la auténtica
clave del éxito entendido como mejora objetivable del equipo, ya que aportarán
perspectivas y puntos de vista muy diferentes, opiniones en apariencia
incompatibles, pero que acabarán ensamblándose y enriqueciendo el producto si se
trabaja en el entorno y con el ambiente positivo adecuado.
Para entender por qué personas que tienen puntos de vista muy
distintos sobre su tarea pueden acabar ofreciendo un rendimiento excelente, hay
que ser consciente de que los actuales entornos de trabajo suelen estar
estructurados en grupos. Ya sea de manera formal o informal, por secciones,
departamentos o por actividades afines, se suelen organizar colectivos de cuyas
alianzas y enfrentamientos depende en gran medida el rendimiento real de la
firma. Son grupos internamente homogéneos pero heterogéneos entre ellos, y
manejar bien sus relaciones pasa a ser el factor fundamental para una buena
gestión. Si las tensiones que se producen son generadoras en lugar de
destructivas, esas diferencias de partida serán un valor clave y esencial para
que la innovación real, la que genera rendimientos y mejoras, aparezca más
pronto que tarde.
La primera labor de dirección de un club deportivo la ejerce
el presidente o la presidenta del mismo. En ese puesto de máxima
responsabilidad se debe actuar con discreción, trabajo desde dentro, sin
inmiscuirse en la labor del resto de profesionales cualificados, con tenacidad
y humildad. Debe inculcar una filosofía de esfuerzo permanente. Ello implica
hacer comprender a sus pupilos que lo importante no es ganar, sino querer
esforzarse para poder ganar. Se trata de la búsqueda de la victoria. Es la
vivencia activa, en primera persona, del
sueño de conseguir la meta más que la meta en sí misma lo que trae consigo la
diversión en el deporte. Se lo he escuchado muchas veces a grandes deportistas
de éxito. Es la competición: el comparar capacidades y esfuerzos, la pugna por
ganar y el reconocimiento de la excelencia alcanzada lo más motivador del
deporte.
El entrenador debe ser siempre fiel a una forma de vivir la
responsabilidad del cargo. Se trata de ser ejemplo para todos sus pupilos desde
la humildad. Es lo que Asier Garitano denomina el éxito de la normalidad. Sin
duda, el éxito al que todos deberíamos apuntarnos en nuestras respectivas
profesiones. En este caso, como sucede también con el entrenador, la labor del
Presidente, y del consejo directivo, puede definirse como proceso de trabajo
realizado “con y a través” de otras personas con el fin de conseguir objetivos
organizativos de un modo eficaz.
El estudio del liderazgo deportivo se ha centrado de forma
mayoritaria en la figura del entrenador, dando menor importancia al liderazgo
ejercido por algunos jugadores entre sus compañeros. Sin embargo, el desarrollo
de la idea de liderazgo en deportes colectivos nos muestra continuamente la
importancia del jugador líder o referente de autoridad dentro de un equipo deportivo
(en muchos casos desempeña la función de capitán en el seno del mismo), dada la
influencia que tiene sobre los demás jugadores y su repercusión en todos los
procesos grupales. En este sentido, resulta esencial la capacidad del
líder a la hora de aportar al grupo cualidades tan positivas e imprescindibles
para el grupo de trabajo como la honestidad, la honradez y la responsabilidad.
Aspecto esencial en el liderazgo deportivo es también la
capacidad de identificación emocional del entrenador con los demás miembros del
grupo. Tal identificación ha de partir siempre de la plena conciencia del líder
sobre la diversidad de personalidades que se dan cita de manera natural (se
suele afirmar coloquialmente, no sin razón, que “cada persona es un mundo”) en
el seno del equipo. En este sentido, será esencial el análisis previo de las
características y capacidades de sus jugadores con el objetivo de poder adaptar
sus virtudes y fortalezas al conjunto del equipo al mismo tiempo que se
compensan las debilidades y carencias individuales.
Por lo que afecta al presente trabajo, nos interesa
centrarnos en la labor del entrenador, y su cuerpo técnico, orientada a obtener
el máximo rendimiento, individual y colectivo, del equipo de cuya dirección, en
el plano deportivo, se encarga. No se olvide que una buena integración del
deportista individual en el equipo pasa necesariamente por la concienciación de
cada persona en un principio esencial: trabajar con los demás es aprender cómo
se desenvuelven, entender que, como uno mismo, son únicos e irrepetibles y
además de ser respetuoso con sus códigos personales tácitos (a modo de ejemplo,
unos son más comunicativos que otros, unos manifiestan sus creencias religiosas
mientras otros no lo hacen, unos tienen más empatía que otros, etc.). Frente a
los diferentes modos de ser procede el respeto y el propósito de apreciar a
cada persona tal y como es al margen de la aportación en común del esfuerzo y
la profesionalidad. Si ese respeto y aprecio es sincero tendremos oportunidad
de aprender y mejorar aprendiendo de ese compañero diferente y aportándole, a
la vez, nuestra experiencia y personalidad propia. El director del grupo debe
hacer patente esta realidad. El mayor factor de integración es la conciencia de
ser distintos. Como se ha dicho siempre en tono coloquial, “cada uno es hijo de
su padre y de su madre”. Hay mucho que aprender, como puede apreciarse, de esta
afirmación tan elemental. Y sobre todo hay muchas consecuencias que extraer de
esta certeza. Uno de los mayores errores que se suelen cometer en la
convivencia en equipo, en cualquier ámbito, es imaginar lo que piensa nuestro
interlocutor. Es sorprendente la diferencia que existe entre lo que parece que
piensa el otro y lo que realmente está pensando. Preguntar humildemente a
alguien si está molesto con nosotros es esencial para mantener una buena
convivencia en grupo. El primer día de trabajo el entrenador debe hablar de
esta buena práctica de relación entre los miembros de un grupo.
En un equipo de verdad no sólo se ha de contar con personas
individualmente brillantes (cuya aportación personal debe ir acompañada de una
decidida vocación de servicio al grupo), sino que se necesita una tarea de
ensamblaje que permita que todos desempeñen su labor como un equipo. Los más
dotados técnicamente no son nadie sin sus compañeros. A su vez, los equipos que
cuentan con estos jugadores mejoran enormemente sus prestaciones si los que
poseen una mayor capacidad tienen el valor, los principios y la generosidad de
ponerla al servicio del grupo y dejan a un lado la tentación del divismo.