José Luis López González
Miembro de la Comisión de Integridad y Prevención de la Corrupción en el Deporte de Transparencia Internacional España
En mi criterio, antes que el sistema de juego ha de tomarse en consideración el estilo de juego. Los sistemas de juego parten de un orden inicial de los jugadores antes de poner en juego el balón. Se trata de una referencia posicional que hay que tratar de no perder para mantener el equilibrio entre las tres líneas básicas: defensa, centro del campo y delantera. Equilibrio, esa es la palabra clave para definir a un equipo realmente fiable. Ahora bien, por definición el fútbol es un juego de dinámica y ritmo. Ahí, en esa dinámica y en ese ritmo, es donde encaja el estilo de juego que es tanto como plasmar los principios o bases técnico-tácticas que se pretenden imprimir a nuestro equipo. Personalmente, soy decidido partidario de la construcción del equipo de atrás adelante. Defender bien, consolidar un centro del campo propositivo y constructivo y, de esta manera, obtener como producto un buen balance atacante. Con dos excelentes porteros y uno del primer equipo filial que comparta semanalmente un entrenamiento con el primer equipo. Una defensa muy sólida y perfectamente conjuntada. Un centro del campo constructivo cuando el equipo tiene el balón y destructivo del juego rival cuando lo pierde con la idea de recuperarlo cuanto antes saliendo en contraataques rápidos e incisivos buscando con descaro la meta rival.
El equipo tiene que ser capaz de materializar un juego colectivo y constructivo cuando está en posesión del balón y contundente en acciones defensivas, partiendo de una buena organización, para recuperarlo. Se trata, en definitiva, de construir un bloque que juegue con las líneas muy juntas, que ponga en práctica un fútbol asociativo en el que el grupo cuente más que los individuos que lo integran (solidaridad en el esfuerzo), perfectamente trabajado en jugadas “a balón parado” (ABP), tanto ofensivas como defensivas, y que resulte ser el que más práctica los lanzamientos a puerta desde todas las zonas del campo.
Las jugadas a “balón parado” (o “pelota parada”, como acostumbrar a decir los técnicos argentinos) son extraordinariamente relevantes: cualquier plan de juego se te viene abajo cuando se concede una falta a un rival que tiene muy trabajadas las jugadas de estrategia ofensiva. En particular, en partidos muy igualados la estrategia ofensiva (y, en sentido inverso, la defensiva) están detrás del desenlace final de muchos encuentros.
Las acciones a balón parado, por definición, son susceptibles de ser trabajadas de manera pormenorizada en los entrenamientos. El estudio de los movimientos propios en ataque, y los del equipo rival en tareas defensivas, resulta así extraordinariamente provechoso.
En cuanto a los sistemas de juego, deben alternarse conforme a dos parámetros: tipo de rival y momento del partido. Esa alternancia es consecuencia de una idea previa esencial: el equipo ha de ser fuerte y saber adaptarse a todo tipo de rivales y de circunstancias acaecidas durante el partido.
El fútbol profesional actual es extraordinariamente exigente y requiere dominar con pericia diferentes facetas del juego. Tales facetas se pueden resumir, en lo esencial, en tres: posesión del balón, control de las transiciones entre las diferentes líneas y presión en el campo contrario. Los sistemas de juego actuales tratan, en realidad, de hacer convivir con el mayor equilibrio posible estos tres fundamentos técnico-tácticos.
Los cuatro sistemas de juego que me parecen más relevantes son los siguientes:
Además, creo que es el esquema de juego que mejor traduce un ambiente de equipo compacto y unido. Prueba evidente de lo que se acaba de señalar es que con este sistema cada jugador corre menos y tiene más próximos a sus compañeros para ayudarle. Precisamente su versatilidad, hace primar la cooperación solidaria sobre la labor especializada. Al ser un sistema muy flexible, favorecerá en algunos casos la introducción de matices defensivos -con el doble pivote de contención entre la defensa y el centro del campo- En otras situaciones, los matices serán de naturaleza ofensiva con el dibujo en forma de rombo – con un central defensivo situado por detrás de la línea de centrocampistas y un enlace entre los centrocampistas y los delanteros-. Una de las ventajas del 1-4-4-2, en tanto supone la presencia de dos puntas es que con al existir esas dos referencias en ataque se fija a los dos centrales rivales, impidiéndoles en muchos casos prestar apoyo a los laterales. En cualquiera de sus versiones, el 1.4.4.2 aporta orden, equilibrio y solidez en defensa y ataque.
En realidad, este sistema genera equilibrio y un completo aprovechamiento del campo ofensivamente pues su objetivo esencial se cifra en aprovechar toda la extensión del campo (en anchura y profundizar) para estructurar el juego. Plantea grandes posibilidades de mantener la posesión del balón y buena disposición transversal. Disposición claramente ofensiva y gran número de apoyos al poseedor del balón (apoyos interiores, exteriores, diagonales, cortos, largos...). Provoca superioridad numérica en el centro del campo respecto a otros sistemas como por ejemplo el 1 – 4 – 3 – 3. Exige una enorme implicación de la totalidad del equipo, tanto en tareas ofensivas como defensivas. Es un sistema que premia la sincronización, el ritmo y la permanente solidaridad entre todos los jugadores presentes en el campo.El presente sistema obliga a los tres jugadores de la línea defensiva a estar en permanente vigilancia de los atacantes rivales. La clave de este sistema de Juego reside en su centro del campo. Para que el sistema sea eficaz es necesario que la presión sea efectiva en campo contrario, pues de no ser así expondremos a nuestros defensas a un constante enfrentamiento con los delanteros rivales. Este sistema es de asimilación lenta, los jugadores especializan mucho su trabajo pero ello también les permite un enorme crecimiento y mejora individual en el juego y es, finalmente, un sistema que requiere de jugadores veloces con alto conocimiento táctico. La intención de juego es mantener el balón el mayor tiempo posible, tratando de acumular gran cantidad de jugadores cerca del área rival, hasta siete, para aumentar las opciones de remate. Mejora el juego ofensivo, al escalonar a los futbolistas y permitir explotar con más eficacia la amplitud del juego por bandas y entre líneas. A lo anterior añade la ventaja de que permite aprovechar la calidad y el talento de los jugadores ofensivos en zonas peligrosas del área adversaria.El principal inconveniente de este sistema es que la zona defensiva puede quedar potencialmente muy desguarnecida al disponer de únicamente tres defensores y, por consiguiente, el equipo contrario incrementa las opciones de entrar por banda, aumentando así las posibilidades de hacer gol. Además obliga a todo el equipo a defender con más intensidad, y cualquier error en el centro del campo puede provocar una clara opción de contraataque en superioridad numérica.
Ningún sistema es mejor que otro, sino que cada uno presenta ventajas e inconvenientes, por lo que cada entrenador deberá emplear un sistema u otro en función de las características de sus jugadores y de las propias del rival.
Los técnicos deben ser capaces de elegir y aplicar uno o varios sistemas, en función de su idea y concepto del juego y, sobre todo, según el desarrollo del partido.
Algunos piensan que en fútbol solo vale ganar y otros, en el lado opuesto a esta idea, que si el fútbol es un espectáculo también debe importar ganar gustando. Soy más partidario de que el objetivo debe ser ganar jugando lo mejor posible al fútbol en cada momento. Ha de partirse de que casi siempre jugar bien te sitúa más cerca de ganar que de perder.
Pero es verdad que es el entrenador el que propone mientras que es el jugador el que dispone. Las consecuencias de tal dicotomía pueden resumirse en dos ideas generales básicas: la de quien aboga por el “orden más el talento” y la del que prefiere “el talento más el orden”. Mi propuesta es “consolidar el talento a partir del orden”. Unos entrenamientos profusamente estudiados y ordenados ofrecen una auténtica garantía de transferencia al juego.
Los buenos solistas tienen un lugar en la orquesta si están bien coordinados con sus compañeros en la ejecución de la pieza. El fútbol es ritmo y el ritmo se genera a partir del orden. Un reloj sólo llega a marcar las 12 si sus piezas actúan en sucesivas secuencias adecuadamente coordinadas.
En cualquier caso, tanto el talento como el orden se estimulan situando a cada jugador en la posición en la que se encuentra más cómodo. De esta manera, se le permite rendir y tener ilusión por ser cada día mejor en la tarea que tiene asignada en el equipo. Lo contrario, supone algo así como obligarle a saltar al césped con las botas en el pie contrario: un desastre garantizado. Quien no está a gusto en su trabajo, ni tiene ambición por mejorar ni disfruta de lo que hace. Situar a un portero de delantero, o viceversa, es amputar su ilusión por jugar y anular su talento como deportista.
Decía Sergio Scariolo, entrenador de baloncesto, que lo importante en un entrenador es la capacidad para crear un buen ambiente en el equipo. En efecto, según el técnico italiano, “llegar primero e irte el último del entrenamiento no les vale a los que te rodean, eso se da por descontado, ya que es tu responsabilidad. Tiene más valor la forma con la que consigues crear la atmosfera correcta dentro del equipo, iniciando este proceso con el ejemplo". A partir de ese buen ambiente, de lo que se trata es de trabajar para obtener victorias a base de un juego que convenza al aficionado.
De una u otra forma, para quienes amamos este deporte, y empatizando con el espectador, cabe postular un principio que agrupa ambos pensamientos: “todo equipo que juega bien al fútbol, respeta y recompensa el esfuerzo del espectador que le apoya”. Esta es, en mi humilde criterio, la regla de oro de todo buen entrenador. Una idea que ha de completarse con dos objetivos:
a). Un buen equilibrio defensa-ataque garantizado a través de una posesión del balón dotada de sentido de la verticalidad. Tal sentido, debe llevarnos a postular que, sin renunciar a la belleza estética de algún pase horizontal (sobre todo si adopta la utilidad propia del cambio de la orientación del juego para descongestionar la zona de proyección atacante)
b). En el centro del campo, la posesión ha de orientarse al objetivo del juego denominado fútbol: anotar goles en la portería rival dejando la nuestra “a cero”. Hay que tener y demostrar sentido de la verticalidad. El objetivo es llegar a las inmediaciones del área rival buscando las mejores posiciones para disparar a puerta. Nunca me iría contento de un partido si mi equipo gana por 5-3. Antes al contrario, un 3-0 deja a salvo un balance defensivo óptimo y dice mucho del equilibrio técnico-táctico de nuestra formación.