Crítico con la escolástica Quevedo, influido por el erudito belga Justo Lipsio ,con el que mantuvo una intensa relación epistolar, recuperó el estudio del estoicismo de Zenon, traduciendo a Epicteto y a Epicuro, dando a este último autor una interpretación de convergencia con el propio estoicismo. Quevedo comentó a Séneca y tuvo influjo, en el ámbito político, también de Tácito, pero siempre dentro del marco del Catolicismo romano absoluto de su época. Por otra parte dio por real la absurda hipótesis de una posible relación epistolar entre S. Pablo y Séneca, tesis que ya habían defendido otros como S. Jerónimo.
Pedro Laín defendió en su ensayo de los años cincuenta “La vida del hombre en la poesía de Quevedo” la vinculación del pensamiento quevediano con el existencialismo de Heidegger. Según autores como Lascaris o Blüher el estoicismo de Quevedo ,en último término, se modularía en algunos puntos con el agustinismo existencial. Me vienen a la menoría los planteamientos del sacerdote y matemático francés del barroco Pierre de Gassendi que desde sus críticas a la Lógica y a la Metafísica de Aristóteles acarició la serenidad del saber estar y hacer de Epicuro; postuló un mundo de átomos de una materia no tan inerte, ya que también sería constitutiva del soplo del Espíritu.
El estoicismo recorre en buena medida la historia del pensamiento español llegando por ejemplo al peculiar Manuel García Morente que a principios del siglo XX fue evolucionado desde su kantismo inicial y desde su Liberalismo radical hacia tesis senequistas y de comprensión de los valores y actitudes del «Caballero cristiano español». Planteamientos siempre dignos de matizaciones y críticas, pero de los que gracias a la pugna de los debates siempre podremos aprender tantas cosas.