05/09/2011
¿Por qué se tiene miedo a que el pueblo opine?
por Antonio Colomer Viadel
Documento adjunto
Iniciamos el curso académico y político-septiembre de 2011, en medio de una gran polémica. Por primera vez los dos grandes y mayoritarios partidos políticos de las Cortes españolas se han puesto de acuerdo para sumar a sus Senadores y Diputados en el respaldo de una amplia mayoría para una reforma constitucional.
Se trata de garantizar en la Ley fundamental la estabilidad presupuestaria controlando el déficit de las Administraciones y poniendo freno a tantos despilfarros de los últimos años. Para algunos hay aquí un riesgo de que se sacrifiquen los gastos sociales y las conquistas del Estado del Bienestar. Los promotores aducen que precisamente se hace para que esas conquistas no se pierdan en el futuro ya que sólo la estabilidad presupuestaria permitirá continuar manteniéndolas.
Se podría argüir que también habría que haber frenado hace mucho tiempo esas retribuciones descomunales de dirigentes de los grandes sueldos, las grandes dietas, los contratos blindados y las recompensas desmesuradas para incluso aquellos que abandonaban empresas, especialmente financieras, después de haberlas prácticamente hundido.
Ciertamente también es éticamente reprobable y profundamente inmoral el derroche en lujo y el manejo sin tasa de tarjetas de crédito de organismos públicos a la vez que se pagan retribuciones de unos pocos cientos de euros a tantos jóvenes bien preparados.
Todo este contraste es despreciable y provoca lógicamente una gran indignación. El mito del mercado todopoderoso al que hay que sacrificarlo todo como al antiguo becerro de oro, hay que rechazarlo como una forma especialmente perversa de idolatría que debería estar condenada, y llevarnos a quebrar esos ídolos nefastos.
Ahora bien, una política general de austeridad de control del gasto e incluso de penalización de ese comportamiento de nuevos ricos por el que se gasta ni tasa ni control cuando el dinero es de todos, es decir, de lo reunido por los impuestos a los ciudadanos, y se es especialmente cicatero con el aporte fiscal de los recursos individuales, resulta especialmente necesaria.
En este comportamiento todos tenemos algo de culpa. Para empezar, la falta de control suficiente a los gastos de gobierno locales y autonómicos con su cohorte desmesurada de asesores incompetentes, nacidos del clientelismo y el nepotismo.
Comprendemos que son razonables las críticas y también son razonables las defensas de la reforma. Lo que no podemos entender es que aquellos que creen necesario esta reforma e incluso la consideran imprescindible en una situación de crisis histórica no tengan el coraje político de convencer a la ciudadanía de su necesidad y solicitarle un respaldo porque es un asunto capital del bien común en donde el pueblo, titular de la soberanía, debiera opinar.
¿por qué se tiene miedo a que el pueblo opine? Tal vez por la desconfianza generalizada hacia los políticos y sus comportamientos erráticos, entreverados de engaños y mentiras.
En estas ocasiones decisivas es cuando el liderazgo político debe alcanzar su verdadera talla y ser capaces de defender una causa justa a pesar de que pueda ser al principio impopular si se cree seria y profundamente que es lo más conveniente para el pueblo. Los apaños, los enjuagues entre camarillas es la vieja política. El afrontar seriamente el juicio popular después de haber seriamente intentado convencer a ese pueblo de lo que es más conveniente para su salvación en una grave circunstancia histórica, no es ya la nueva política sino es la política profunda, grandiosa y verdadera que tienen los dirigentes que son entendidos como tales por sus comunidades y por ello son respaldados incluso en los momentos más difíciles.
No quisiera eludir mi propia opinión. Posiblemente esta reforma es necesaria al menos simbólicamente para que tenga ese rango de la ley suprema, el compromiso de que los pactos deben ser cumplidos y las obligaciones asumidas. Otra cosa será que se intente luego aplicar ese viejo dicho popular español de que “hecha la ley hecha la trampa” y que en el desarrollo legislativo se encuentren escapatorias a este compromiso constitucional solemne.
Tampoco podemos darles oportunidad a los egoístas de toda laya, y entre ellos, especialmente a los nacionalistas que todo lo quieren sacrificar a su interés particular y que en el rio revuelto de esa polémica, quisieran introducir como material de contrabando la propuesta de la exclusividad y el interés centrado sobre ellos mismos.
Estos días ha circulado en internet una propuesta solicitando firmas para pedir ese referéndum constitucional y apuntar el peligro de esta reforma para el Estado del Bienestar. Son argumentos de peso aunque como he dicho, creo que si hay buena voluntad la reforma podría ser una herramienta de regeneración conveniente y necesaria. Quiero sin embargo darles el enlace para que también escuchen las razones de los que se oponen a la reforma o en todo caso exigen el referéndum para que se apruebe:
POSTDATA: PALESTINA E ISRAEL
Posiblemente en el ámbito de la Comunidad Internacional es necesario también un referéndum rotundo para superar una gran injusticia histórica, la marginación del pueblo palestino y su falta de reconocimiento como entidad política y estatal. Se trata de un pueblo que viene sufriendo desde hace décadas y viviendo en condiciones especialmente lamentables. No se puede caer en la fácil dialéctica de que este reconocimiento implica una actitud contra Israel o contra los judíos. Al contrario, la gente más sana y éticamente más valiosa de ambos pueblos quieren ya una solución política a esa confrontación histórica interminable que sólo puede acabarse a través de un respeto mutuo y un mutuo reconocimiento de su dignidad como pueblos.
Los judíos que sufrieron tanto no pueden hacer sufrir a otro pueblo sin pervertir su propia memoria histórica.
En la Asamblea General de las Naciones Unidas de este mes de septiembre de 2011 se va a plantear el reconocimiento del Estado Palestino y aunque a efectos prácticos el bloqueo de Estados Unidos, en el Consejo de Seguridad lo va a hacer inoperativo es necesario por la propia dignidad de la Comunidad Internacional que tenga un respaldo muy mayoritario en esa Asamblea y que no se nos quiera engañar con el sanbenito de antisionistas o antijudíos.
Ese nuevo muro de la vergüenza que se ha levantado entre palestinos y judíos debe ser derribado y por cierto también someter a la justicia cualquier acto terrorista, venga de donde venga.
Una gran campaña internacional de respaldo a esta propuesta está circulando en el mundo y el vídeo del que a continuación indicamos la dirección es una buena ilustración de la urgencia y justicia de esta decisión histórica.