Lunes, 9 de Diciembre de 2024
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18/10/2012

¿Y QUIÉN LE PONE EL CASCABEL AL GATO?


por Angel Joel Méndez López


El paro y la frustración social crecen encima de la mesa y en cada escenario de la vida social se dejan ver sus crecientes secuelas; mientras, debajo de la silla se esconden los máximos responsables de afrontar la situación y los que tienen que dar la cara para sacar al país hacia delante definitivamente.
Entre la  tomadura  de  pelo,  las  mentiras  febriles,  las  metáforas  mortíferas,  las estadísticas escondidas junto al conejo en el sombrero y el constante aplazamiento a la inversión de tendencias, el gobierno dibuja irónicamente una situación paradisiaca que en ocasiones  se  traduce  en  un  alarmante  insulto  a  la  inteligencia  humana.  En  igual proporción crece la frustración absoluta del pueblo, que atónico no se explica las escasas y mal diseñadas propuestas que traza el gobierno, para hacer frente a la crisis. 
Las previsiones económicas están falseadas por una mirada incompleta de lo social complejo  y significativo. “La Moncloa” no  parece conocer a ciencia cierta cómo  se mueve la realidad cotidiana española, lo que impide transformar todo aquello que se ha ido construyendo inadecuadamente hasta el momento. A ello se le suma la imagen dada por los “líderes” fundamentales, quienes parecen desconocer la vida del ciudadano de a pie, parecen ignorar la realidad que les rodea y que en gran medida han generado con sus actuaciones.
España está siendo azotada por la policrisis más intensa de los últimos años, de las últimas décadas; está cayendo en picada como economía, como país, como Estado y como sociedad. Vivimos en el peor entorno posible, bajo la agudización de la falta de credibilidad, sus contagios y extensiones, amenazados por procesos perversos y relaciones económicas deterioradas. Ya hemos caído en las garras de los mercados financieros inescrupulosos: en estos momentos somos un manjar de calidad suprema.
Mientras la cuenta atrás no se detiene, los responsables de liderar los procesos de cambio, no deciden quién le pondrá el cascabel al gato. Parece que a pesar de las incontables razones  para  preocuparse  y  ocuparse  con  seriedad,  dinamismo  y  convicción,  de  la situación  actual,  no  se  ha  logrado  la  máxima  concientización  de  la  profundidad  y gravedad del problema al que nos enfrentamos. 
La mayoría de los políticos viven distanciados de la vida cotidiana, del ciudadano de a pie; su vida se esfuma dentro del gabinete, distraídos en los despachos, entre papeles y coches oficiales. Cuando dejas de formar parte de la vida cotidiana y de los perímetros que la demarcan, se va perdiendo la perspectiva de representar a quienes han decidido colocarte en los sitios públicos que ocupas. Una fláccida exploración maratoniana por los itinerarios de la sociedad española, no dará nunca la medida exacta de lo que está viviendo, sintiendo, sufriendo y pensando el ciudadano común. 
Los dirigentes, administrativos y políticos que sucumben al poder y   a los atractores circunstanciales con los que se relacionan, descuidan su ejercicio central, trastocan sus funciones y roles concretos. Ellos que casi no cruzan la calle caminando, con sus conductas y modos de vida, testimonian literalmente la existencia de rupturas y distanciamientos con la ciudadanía, la pérdida del sentido común y de la terrenalidad cotidiana. 
No logran conocer ni responder adecuadamente y con presunciones de obviedad, a la creciente frustración e insatisfacción, que prevalece en los marcos del funcionamiento común, viven de la frialdad de los datos, de las campañas políticas, de los enigmas desconcertantes y de los misterios en el rompecabezas, sin percatarse siquiera de la creciente espiral de autodestrucción bajo la cual se mueve la sociedad española, que está diciéndole adiós a los días gloriosos pasados que pueden demorarse en regresar, en lugar de ir directo a la yugular de la policrisis actual, hasta destruir con radicales propuestas transformadoras, sus arterias más vitales. 
La salida de la crisis no será ni mucho menos gratuita, será una lucha ardua, plagada de contradicciones, de contrariedades, máxime si reconocemos que en España las estructuras sociales están rezagadas e inadaptadas, con respecto a las exigencias de la economía mundial actual. Las ideas simplificadas, el agotamiento del modelo económico, la destrucción del tejido productivo y las crecientes ventanas que se quedan abiertas a la duda, amplían más aun las proporciones epidémicas que alcanza la crisis. 
Mientras sus consecuencias se superponen y se refuerzan en el funcionamiento social, en las estructuras del sistema político, en las acciones y propuestas de gobierno y en los bolsillos del ciudadano, que ve la vida pasar en las colas del paro y bajo el creciente desencanto, el gobierno continúa fingiendo que nada sucede, emulando con sus contrincantes, incumpliendo con sus responsabilidades, rellenando volúmenes de letra muerta y falsedades. 
La crisis económica actual deja entrever los verdaderos móviles gubernamentales, las contradicciones que brotan de los intereses políticos y marca con una incuestionable claridad, el actuar y los (des)propósitos de los grupos de poder. Al no existir una política totalmente coherente, clara y equilibrada en el discurso y en la práctica social, así como prospectivamente diseñada en materia económica, educativa, de inmigración, de integración y cohesión social, tanto a nivel nacional como en los espacios territoriales, no es posible lograr en la cotidianeidad de manera profunda y plena, la participación activa de los distintos universos socioculturales. A ello se le puede sumar, las serias incongruencias en materia de legalidad, de búsquedas integralmente configuradas hacia el desarrollo sostenible y en temas de democratización auténtica. 
Hoy se apuesta más en los espacios decisorios por la crítica parcial, malsana, que por las propuestas constructivas, beneficiosas para las grandes mayorías; se apuesta más por la reactividad que por los mecanismos de proactividad; se fragmenta la realidad a través de la presentación de hiladas puntuales, en lugar de abordar los fenómenos y procesos integral y estratégicamente. En la carrera chovinista hacia el estrellato, se dan imágenes penosas e incoherentes, no se supera la polarización creciente en el país, que trae a colación nuevas rupturas y fraccionamientos, con impactos y secuelas importantes, trascendentales. 
Al no aprovecharse las potencialidades de crecimiento, los brotes verdes son cada vez más invisibles y continúan fallando los términos en que se plantea la agenda. La responsabilidad no asumida por el gobierno, disemina sus malas praxis a las actitudes por las que apuesta la oposición (la lectura puede hacerse a la inversa y nada cambiaría los resultados); unos y otros realizan el mismo juego: todo sigue igual y ambos se perpetúan en el poder, solo cambiando cada cierto tiempo los representantes en el trono.
 
Tanto la derecha como la izquierda española, deben darse la mano, trabajar simultáneamente en pos del bien común, enlazarse, crear consensos y puntos de contacto y de una vez y para siempre, dejar atrás la confrontación permanente sobre asuntos que son superfluos, dedicando las energías necesarias a construir nuevas formas de gobierno, que permitan crear y ampliar instrumentos superiores, para dar más garantías a la ciudadanía. 
Solo con la participación implicada, la coordinación efectiva, la planificación, la organización y la dirección responsable de todas y cada una de las fuerzas políticas, en los distintos niveles donde asuman responsabilidades y aporten soluciones, es posible ampliar los recorridos y oportunidades, encontrar puntos de equilibrio, generar riquezas y facilitar la disponibilidad de crecimiento. Nos encontramos en una situación de emergencia, que exige un actuar de esfuerzos sumados sobre actores comunes, en los marcos institucionales, políticos, económicos, jurídicos y ciudadanos múltiples. 
Para Felipe González, no solo es un problema de entendimiento entre los dirigentes de las grandes fuerzas políticas dentro del Estado, o de las representativas a las regiones; es un problema dentro de un sistema de multigobernanza, de gobernanza a distintos niveles, un problema de lealtad y cooperación institucional en serio, entre los gobiernos locales, regionales y el gobierno central. 
Los acuerdos políticos son claves para refundar el sector económico, para reestructurar el sistema financiero español y para incrementar el potencial de crecimiento económico. A ello se le debe sumar la necesidad de enviar mensajes más enérgicos y creíbles, así como  llevarlos  congruentemente  a  la  praxis.  Solo  por  medio  de  la  generación  de proyectos gubernamentales contundentes, configurados desde y para los propósitos comunes, capaces de despertar ecos en el pueblo  y de revertir una credibilidad que lamentablemente para la gran mayoría de los españoles, está tocando fondo, será posible dar pasos firmes hacia el cambio con sentido y profundidad. 
Solo entre todos podremos capturar al gato escurridizo, e intentar ponerle el cascabel; el tiempo que se pierda en encontrar a los responsables (culpables, según el argot de la oposición) políticos (que por demás, siempre son buscados en la orilla de enfrente), es demasiado valioso y en el que está en juego la vida de tantas personas, como para seguir dilatando las respuestas, los acercamientos sinceros, los oportunismos, los despropósitos y la maquiavélica busca del poder político. 






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