La
tensión en la Franja de Gaza, con la pérdida de vidas humanas y especialmente
de niñas y niños palestinos, por los ataques con armas de la más alta
tecnología mundial conmueve la conciencia de las comunidades de buena voluntad
del mundo.
Los
gobiernos democráticos responsables se han manifestado en contra de la masacre
del pueblo palestino y en busca de salidas a las opciones de paz. Entre ellos
los gobiernos de América Latina y el Caribe como Bolivia, Venezuela, Ecuador y Argentina.
El secretario general de la ONU Ban Ki Moon manifiesta su preocupación y hasta
el consejo de seguridad de la ONU llama a un alto al fuego. Sin embargo, la
tragedia continúa, como si la dignidad humana
retrocediera a tiempos prehistóricos, con
la ley del más fuerte.
Ya
en momentos previos a la invasión a Irak, la guatemalteca premio nobel de la
paz Rigoberta Menchú clamaba “con tanto ojo por ojo la humanidad va a quedar
ciega”. Ahora fundamentalismos religiosos
pretenden visualizar el conflicto como el derecho que le asiste a un
determinado pueblo escogido a una tierra prometida. Por lo tanto hay que
expulsar a la población ocupante por derecho internacional de su tierra, dónde
antes podían convivir en paz seguidores de las tres grandes religiones
monoteístas: Judaísmo, Islamismo y Cristianismo,
en un territorio considerado por las tres como especialmente representativo.
Sin
embargo, desde cada una de estas fuentes espirituales, así como, de provenientes de otras religiones e incluso
inspiradas en el humanismo ateo, existen comunidades de buena voluntad que
impulsan un amplio movimiento para recuperar la dignidad humana y la
sensibilidad en la toma de decisiones, para
valorar la vida en el planeta. El Papa Francisco impulsó hace poco una oración
común con miembros de las tres religiones monoteístas en el Vaticano.
Ya
el reconocido profeta obispo brasileño de Olinda y Recife Helder Cámara, recomendaba hacer un amplio movimiento de las
minorías abrahámicas, llamadas así por Abraham, reconocido por judíos, musulmanes y cristianos. En estas
minorías, H Cámara incluía en la
dimensión ética común, a personas proveniente
de su fuente humanista atea o de otras religiones, siempre que “el egoísmo te parezca angosto e
irrespirable; si tienes hambre de verdad, de justicia y de amor” y analizaba:
“Escoger el camino de la presión moral
liberadora no es ciertamente optar por la vía fácil. Se trata de reemplazar la
fuerza de las armas por la fuerza de la moral, de sustituir la violencia por la
verdad”. (Helder Cámara. El desierto es fértil. Sígueme Salamanca 1975).
En
esta hora de gran peligro, en el cual cual las niñas y los niños palestinos
agredidos en la Franja de Gaza son la expresión del horror inhumano, al que
puede llegar el afán de dominio de las grandes maquinarias bélicas que
pretenden cubrirse en nombre de Dios, las comunidades ecuménicas de todo el
mundo, conformadas como gran fuerza ética apoyan las iniciativas de gobiernos
responsables y de las acciones transformadoras que puedan darse en la ONU y en
otros organismos internacionales para frenar el genocidio y abrir cauces a la recuperación de
la dignidad humana y a la paz con justicia en este cambio de época.