Catedrático de derecho constitucional UCH-CEU.
I.-PODEMOS SEGÚN PODEMOS (I)
( Podemos según sus principios organizativos).
No cabe duda que la gran sorpresa de las elecciones al Parlamento Europeo ha sido la emergencia de PODEMOS, no solo por el buen resultado obtenido en si mismo, sino también por haber superado en no pocos distritos electorales a dos de los partidos establecidos, hasta la fecha únicos competidores nacionales del bipartidismo: UPyD y IU/ICV. Vinculado en su origen a los movimientos sociales de protesta frente a las políticas de ajuste impulsadas primero por el anterior gobierno socialista y después por el actual gobierno conservador, que ha centrado los recortes del gasto público poco menos que exclusivamente en el gasto social, el movimiento ha sido impulsado por un reducido grupo de académicos con experiencia de consultoría previa, buenos conocedores de las experiencias populistas latinoamericanas de la última década.
Hasta la fecha PODEMOS ha sido un movimiento, a partir de ahora comienza el proceso de su institucionalización, lo que supone la necesidad de ajustarse a la “forma partido político ”,y eso no puede hacerse sin costes toda vez que la institucionalización exige por su propia naturaleza el abandono de buena parte de la flexibilidad y el espontaneísmo que son propios del estadio “movimiento” , que en tiempos de descrédito institucional como los que corren tan atractivo es. Ese es un coste asumido, como revela la contundente derrota del proyecto de organización del sector de raíz trotskista del partido en formación. Claro que la institucionalización puede hacerse de muchos modos, y el que se acoja no es banal, no sólo porque prejuzga como se va a distribuir el poder en el partido, sino también porque es un muy buen indicador de las preferencias políticas de cara al reordenamiento del sistema de gobierno realmente existente. Veamos .
En el principio es la gasolina. Sin el carburante del dinero ninguna organización puede funcionar, ni mucho menos tener alguna capacidad de alcanzar sus objetivos .Los partidos no son una excepción, especialmente si se considera que una de sus funciones –hacer elecciones- es muy cara. Desde sus estatutos PODEMOS trata de evitar algunos de los vicios propios de los partidos tradicionales en este campo, asi se autoprohíbe el recurso a la financiación vía créditos, fija topes moderados al tamaño de las donaciones admisibles, establece criterios de valoración del trabajo político honorario, procura contar con un presupuesto a la vez único y consolidado y prevé un riguroso sistema de control interno de contratos, empleos y gastos. Sigue en este terreno un ejemplo previamente establecido por IU, en el que claramente se inspira .Si se tiene en cuenta que IU es, de largo, el más “limpio” de los partidos tradicionales no parece que se sea muy original, pero si parece que se procura evitar la tentación, ya se sabe “el que ama el peligro perecerá en él”. Empero en este campo dos cosas llaman la atención : de un lado que se conserve uno de los vicios menos agradables del sistema de financiación de los partidos tradicionales: el dinero dedicado por las instituciones para el sostenimiento y apoyo de los grupos parlamentarios se conceptúa dinero del partido ( lo que es legal, dicho sea de paso) y a su financiación ( y no la del grupo) se aplica; del otro que no hay cuotas de miembros. Y esto último es muy importante.
Un partido es una variante del género “asociación”, y, por naturaleza, esta exige de socios. Por eso uno de los componentes necesarios de cualquiera de ellas es la determinación exacta de quienes son miembros y quienes no. Aquí aparece uno de los costes del tránsito del movimiento al partido: la fijación exacta y precisa de quienes están y quienes no están. PODEMOS trata aquí de nadar y guardar la ropa:, a tal efecto distingue entre miembros y afiliados, los primeros son los que lo sean de alguna de las organizaciones del partido, los segundos los que, además, se inscriban en un libro-registro y con ello oficialicen formalmente su pertenencia. Las normas establecen que los derechos de ambas categorías son los mismos, pero las normas no pueden desconocer los hechos o estos se vengarán. A mi juicio es claro que el que miembro que se inscribe acredita con ese solo hecho un grado de compromiso e identificación con el partido mayor que aquel que no lo hace, en consecuencia tendrá en la organización un estatuto de hecho más importante .Entiéndase la novedad en este caso no consiste en la existencia de la clásica dualidad afiliado/militante, la novedad radica en su formalización que, quiérase o no, conduce a la diferenciación de miembros en dos categorías. Lo que recuerda en exceso la distinción formal entre militantes y adheridos del Movimiento Nacional. En todo caso una regulación de la condición de miembro del partido como la que se describe va a favorecer la creación de una imagen sobredimensionada la pertenencia efectiva. En efecto es de esperar que en las condiciones de informalidad señaladas el bien conocido fenómeno de la afiliación inestable o transitoria sea importante. Algunos síntomas ya hay: con una cifra de teóricos miembros en el entorno de los trescientos mil la participación en las elecciones internas para crear las organizaciones locales del partido apenas alcanzan los noventa mil votantes.
Vistas así las cosas se entiende bien que no haya cuotas. Ahora bien si no las hay el principal instrumento de autofinanciación del partido desaparece: sin un número elevado de afiliados y sin el pago puntual de sus cuotas el partido dependerá necesariamente bien de las donaciones externas, bien de la financiación pública, bien de ambas, con lo que las declaraciones estatutarias sobre las limitaciones de las primeras y la no dependencia de las segundas quedan reducidas a la condición de meras emisiones de voz. Parafraseando al clásico: las afirmaciones de autofinanciación sin muchos afiliados y muchas cuotas no son sino palabras. Se entiende bien que a la fecha la financiación pública constituya de largo la principal fuente de ingresos que el propio partido reconoce.
Con ser importante esa carencia no es la fundamental. Es bien sabido que, más allá de su papel financiero, el cobro regular de cuotas reafirma el compromiso del afiliado con el partido, le otorga a este el sentimiento tanto de pertenencia como de integración ( el partido “ es suyo” porque lo paga) opera como un fuerte “incentivo de identidad” y, al aumentar la intensidad del compromiso hace al afiliado más exigente con respecto a la organización y sus dirigentes. Viniendo de donde vienen no me cabe la menor duda que los autores de los principios organizativos lo saben muy bien. Su silencio indica sencillamente que no quieren militantes así, que prefieren la flexible, fluida e inestable vinculación de los miembros propia del movimiento, que les otorga una mayor autonomía respecto de los afiliados y mayor control de la organización. Con lo que a la postre acaban por reproducir uno de los vicios mas definitorios del principal partido de “la casta”, es decir el PP, en el que es práctica habitual que las cuotas se cobren cada 29 de febrero.
II.-PODEMOS SEGÚN PODEMOS (II)
( Podemos según sus principios organizativos).
Algunos críticos han señalado que el modelo organizativo de PODEMOS se ciñe a las reglas propias del “centralismo democrático” leninista: los militantes eligen un congreso, este a su vez delega en un comité central que, a su vez, delega en un Politburó y un secretario general, que deviene omnipotente al ser el beneficiario último de una cascada de delegaciones. Tales críticas no son acertadas, el organigrama aprobado para fijar la organización de PODEMOS no es así, en consecuencia tal juicio no sólo es materialmente desacertado, es que, además, vela un componente central de la originalidad del partido. Vayamos por partes.
PODEMOS es una organización política que se autoconcibe como un instrumento de generación y ordenación de la “unidad popular”, es un partido-movimiento que trata de agrupar y representar a la mayoría popular frente a las élites, frente a la oligarquía, para PODEMOS la contradicción principal es la que opone a “los de arriba”, el establecimiento, con “los de abajo”, el mundo plebeyo ( el término ha sido utilizado, y no por casualidad, por sus dirigentes). De ello se sigue que PODEMOS se considera la expresión política de una mayoría social diversa y , por ello, ampliamente pluralista¿ Como se canaliza ese pluralismo en la organización?
Si dejamos de lado las reglas sobre paridad de género, algo más laxas que las prescritas por la ley, cosa a la verdad poco importante por la ineficacia de esta, cabría esperar que, salvo la elección de cargos unipersonales la representación interna se articulara en torno al principio proporcional. A una base social pluralista le corresponden métodos de representación dotados asimismo de vocación pluralista. Pues bien no es así. Una y otra vez, de modo sistemático, en las elecciones internas se adopta un método de elección mayoritario. A decir verdad en método de producción de representación muy mayoritario: voto de lista en la que no hay expresión de preferencias y decisión por mayoría simple. Ya se sabe, como dice el proverbio inglés tomado de las carreras de caballos: el primero se lo lleva todo. En consecuencia en cada nivel y para cada elección la o las minorías resultan necesariamente infrarepresentadas en beneficio de quien obtenga la votación mayor. Si se contempla el sistema desde la óptica de la agregación de intereses no cabe duda de que la opción de una elección mayoritaria para representar una base plural no es precisamente afortunada.
Tal defecto hubiera podido paliarse mediante la adopción de dos técnicas distintas: de una parte escoger una fórmula mayoritaria con representación de minorías; de la otra adoptar la mayoría absoluta como principio de decisión. Si se hubiere escogido la primera las minorías ( al menos las de mayores apoyos) obtendrían una cuota de poder interno, si se hubiere escogido la segunda se favorecerían las técnicas consociativas para formar las mayorías internas, lo que daría influencia a al menos una parte de las minorías. Pero no se ha hecho así. Sistemáticamente, una y otra vez, el sistema adoptado es el de la elección mayoritaria y decisión por mayoría simple: el que tiene más votos se lo lleva todo y los demás pasan la mano por la pared. La conclusión es obvia: el sistema interno de elección y representación está diseñado para asegurar el control completo de la organización al núcleo fundador que, por serlo, goza de salida de una posición dominante, y ello aun cuando sólo consiga el apoyo de una minoría de miembros. El sistema de representación sigue el criterio de H.Ford: ustedes puede comprar un “modelo T” de cualquier color, siempre que sea negro.
El órgano supremo de PODEMOS es el congreso, la “Asamblea Ciudadana”, que es y no es. Técnicamente lo es y, en consecuencia, es a ella a la que competen las decisiones más importantes, de la aprobación del programa a la política de alianzas. Y, al mismo tiempo no lo es. La razón: su composición, la citada esta integrada por el conjunto de miembros inscritos en el Partido, que deliberan y votan a distancia, a través de la red, si es que discutir a través de la red se le puede llamar “deliberar” claro está. No obstante cabe la posibilidad de que al menos una parte de las deliberaciones, y en su caso de la votación, se haga de modo presencial, con lo cual el órgano supremo lo es de geometría variable, según haya presencialidad o no. Del mismo emana una suerte de parlamento partidario o comité central, el Consejo Ciudadano, así como la Comisión de Garantías, que al ser electos por mayoría simple reproducirán, y ampliarán, en tales órganos la mayoría existente en la Asamblea ( que a su vez pude variar según voten todos o solo los presentes). Y aquí se acaba la semejanza con el modelo leninista, como en los partidos de la casta hay miembros natos del Consejo Ciudadano.
La dirección del partido no nace del Consejo Ciudadano, aquí interviene un factor original, muy marcado por la voluntad de personalizar la dirección partidaria. El secretario general-lider del partido es elegido en votación separada y distinta por el conjunto de los afiliados, una vez más por mayoría simple, de este modo el grupo fundador mantendrá la sartén por el mango aun cuando haya quedado en minoría siempre que conserve la pluralidad mayor. A su vez el secretario general configura la dirección efectiva del partido, toda vez que el llamado “Consejo de Coordinación” es propuesto por el secretario general-lider del partido al Consejo Ciudadano para su ratificación, y la eventualidad de que el Consejo Ciudadano no endose la decisión de un secretario general que viene de ser elegido por el conjunto de los inscritos es mas bien remota. La novedosa organización participativa acaba por generar presidencialismo puro y duro. No es casual, es el modelo presidencial el de preferencia del núcleo dirigente para el estado, como en su dia se verá.
Por si lo anterior no bastara el poder del secretario general es inmenso: convoca y preside los órganos del parrido ( con lo que controla su deliberación al controlar la agenda), es el representante ordinario del partido, configura a su imagen los órganos permanentes de dirección y se le encarga, por añadidura, de asegurar la “coherencia ideológica”, la “unidad organizativa” y la coordinación de los órganos del partido. Como, además, los estatutos contemplan esa eficiente maquinaria de eliminar disidentes y machacar minorías que es la revocación ( que puede iniciar el secretario general), el círculo se cierra. Tras la fachada ciudadana y participativa lo que hay es otra cosa, lo que Vallenilla Lanz denominó “cesarismo democrático”. Podría pensarse que un diseño así es un supuesto de caso único, pero el hecho de que otro populismo europeo, el italiano, emplee la misma combinación entre uso intensivo de los recursos comunicativos de red con un liderazgo unipersonal que surge y se ejercer con independencia de la red de comunicación que la tecnología hace posible induce a pensar que la combinación entre una participación política muy amplia mediada por los recursos electrónicos, en lugar de tender hacia una democracia deliberativa parece conducir a una versión modernizada de “ducismo” de otros tiempos.
III.-PODEMOS SEGÚN PODEMOS (III)
( Podemos según sus principios organizativos).
Entre las previsiones organizativas del documento sobre organización del movimiento figuran dos que han tenido amplia resonancia, que gozan de cierta popularidad y que prima facie parecen instrumentos de democratización del funcionamiento interno de los partidos, cosa que buena falta hace a la vista de la realidad de los nuestros: la limitación de mandatos y la revocación. A riesgo de ser tachado de aguafiestas me parece oportuno señalar que , en ambos casos, nos hallamos ante ideas cuanto menos discutibles, sino directamente malas, dotadas de atractiva presentación. Vaya por delante que ninguna de las dos es especialmente novedosa y que ambas son de invención norteamericana, que pueden tener sentido en el contexto original, pero que lo pierden y tienden a producir efectos no deseados ni deseables fuera del contexto original.
La limitación de mandatos ( en los papeles de PODEMOS un máximo ordinario de dos, aunque excepcionalmente puedan ser tres) es una herramienta que se usa para combatir a la casta en una cuestión de la que se pretende sea uno de sus elementos nucleares: la profesionalización de la política. De entrada la figura se trata de usar para una finalidad distinta de la original, aquí no se trata de prevenir el riesgo de surgimiento de un liderazgo autoritario presidencial, que es el fin primario que cumple la regla de limitación de la reelección del Presidente en el contexto americano, aquí se trata de favorecer la circulación de las élites y de evitar la aparición de un estrato de profesionales de la política que se eternizan en los puestos públicos, en especial en los de elección popular evitando la rendición de cuentas y generando un estamento privilegiado. El uso al efecto del concepto italiano de “la casta” es tan revelador que exime de adicional comentario.
Para que la medida sea racional han de cumplirse dos condiciones: de un lado que efectivamente exista si no la realidad cuanto menos el riesgo de un bloqueo en la renovación del personal político; del otro que la medida no sea susceptible de producir efectos no previstos ni queridos de mayor lesividad que la ausencia de la limitación. Aquí y ahora la realidad no parece respaldar el presupuesto de la perpetuación de los políticos. Aquí estamos muy lejos del Congreso de los Estados Unidos y su dominio del principio del decanato. Por de pronto hay que advertir que el personal parlamentario es mayoritariamente inestable: del orden de la mitad de los diputados nacionales existentes desde 1977 son diputados de una sola legislatura, apenas llegan a un cuarto los que lo son de dos y a partir de ahí, si exceptuamos supuestos sumamente raros ( A.Guerra, pongamos por caso), la continuidad es virtualmente inexistente. Si consideramos el ejecutivo ningún presidente del Gobierno lo ha sido por más de quince años y ninguno ha vuelto a serlo una vez cesado en el cargo, si miramos al personal ministerial el panorama es similar; a diferencia de los que es común en los regímenes parlamentarios de nuestro entorno la mayoría aplastante de los ministros lo son de una sola cartera y de una sola vez, supuestos como el del sr. Montoro son una rareza. Desde esta perspectiva la limitación de mandatos es una excelente solución a un problema inexistente.
Obviamente si no existe un elevado grado de continuidad y permanencia del personal político no tiene mucho sentido defender la limitación de mandatos como defensa frente a la profesionalización. Aun reconociendo que ese es un argumento popular, no me resisto a señalar que es un argumento sencillamente malo. Por de pronto porque supone una derogación ad casum de un principio generalmente aceptado, a saber para desarrollar un trabajo los profesionales son más eficientes que los aficionados y la política no una excepción (M. Weber dixit ). En segundo lugar porque el trabajo político exige de experiencia, como cualquier otro, y no se ve por parte alguna el apoyo de la tesis implícita de la superioridad del novato .Finalmente porque la limitación imperativa tiene dos inevitables efectos perversos: de un lado el cargo público en su segundo mandato puede comportarse como desee, porque la limitación implica que nadie puede exigirle responsabilidad política por su desempeño en ese mandato toda vez que no puede renovar; del otro lo que en la política norteamericana se denomina el “síndrome del pato cojo”, es decir el debilitamiento político de la autoridad pública que llega al período final del mandato y no va a continuar. Es cierto que entre nosotros la idea misma del profesional de la política está muy mal vista, y no sin razón. En nuestros grandes partidos no es precisamente infrecuente la figura del titular de alguna clase de cargo público que nunca ha desempañado profesión alguna fuera del desempeño de tales cargos y que, por ello, carece de experiencia inmediata y directa del funcionamiento de la sociedad civil que, en teoría al menos, està llamado a representar. El vicio del juvenilismo en la política de personal de los partidos favorece esa política de personal disfuncional, siendo las cosas así es cierto que tenemos un problema, pero la limitación de mandatos no parece una solución idónea.
Lo de la revocación, que se propone según el modelo venezolano: solo es posible pasada la mitad del mandato, es si cabe más claro. Ese es un instituto que sólo tiene algún sentido si se trata de elección para cargo unipersonal y este es provisto por decisión mediante mayoría simple. La razón es sencilla: sólo en ese caso es factible individualizar la responsabilidad y se cuenta de entrada con el electorado que efectuó la elección. Sin embargo la revocación es incompatible con cualquier clase de voto de preferencia ( que por naturaleza esta abierto a la influencia de las minorías ), y lo es asimismo con cualquier clase de representación de minorías, obviamente lo es si hay representación proporcional ( quien va a votar la revocación del único diputado de IU en Valencia ¿los electores del PP casi la mayoría absoluta electoral en el distrito ), pero también lo es si hay elección mayoritaria que acepta la elección de alguno o algunos representantes de las minorías. La revocación supone que la mayoría de los electores del distrito tiene a su merced el mandato de los representantes de las minorías. Precisamente por eso era frecuente en los países de partido único y “socialismo realmente existente”, para atar corto a los eventuales diputados disidentes. La revocación como instrumento de la purga .Ni más ni menos.
Por lo demás, si bien es cierta la afirmación del documento político según la cual contamos con un personal político de baja calidad, ruego que alguien me explique como vamos a reclutar personal de elevadas cualificaciones para los puestos de elección popular si sostenemos, como el documento ético propone, que ningún electo podrá percibir mas de tres veces el salario mínimo. Por muy bien que quede en el papel si pagamos diputados de 2000 euros/mes obtendremos diputados de 2000 euros/mes o menos, que nadie espere por ese precio conseguir diputados de cuatro, cinco o seis mil euros porque salvo en el caso de práctica del franciscanismo ( por naturaleza transitorio) no los tendrá. Como decía tiempo ha un parlamentario veterano. “ Con el prestigio no se compra en el supermercado”.
Queda dicho.
IV.-SOBRE EL PROGRAMA DE PODEMOS.
La publicación del borrador del programa económico de PODEMOS ha desencadenado un océano de críticas, por lo general tanto más radicales en su expresión cuanto más próximo a posiciones neoliberales se halle el crítico. Podríamos entrar en la materia señalando que en no pocos puntos el borrador se halla en sintonía con radicales tan peligrosos como los señores Junker o Stitglitz o con organismos tan reputadamente marxistas como el FMI .Concebido como documento para la discusión el texto tiene mucho de interesante y , a mi juicio, una buena parte de su contenido podría, y aun debería, ser asumido por cualquier formación socialdemocrática, si bien en este caso sería exigible como condición previa pronunciar dos de las tres palabras más difíciles de pronunciar del castellano, a saber: “Me equivoqué”. Pero no es de eso de lo que quiero hablar, sino de cómo el procedimiento empleado para la confección del programa nos remite a un decisionismo que no por pragmático deja de ser schmittiano. Veamos.
Si dejamos de lado algunos documentos sobre asuntos concretos adoptados en la sesión constituyente del partido, el programa de PODEMOS se está elaborando de modo sectorial, de un lado, y mediante el expediente de tomar como punto de partida papeles encargados a expertos, del otro. Es cierto que ese modus operandi se esta vendiendo muy bien: nos dirigimos a los expertos (afines off course) para que ellos nos guíen en la determinación de los contenidos políticos que conformaran nuestra oferta electoral, optamos asi por el conocimiento y los técnicos, luego someteremos a debate público los borradores consiguientes y, oídos los participantes, procederemos a la redacción final. Una afortunada mixtura de tecnocracia y democracia deliberativa que producirá proyectos que, en su momento, serán elevados a la dirección para que esta, sabia y prudente, decida. Obsérvese que en el procedimiento se recurre a personas de fuera del partido para que en su condición de especialistas elaboren el documento-base, texto que debaten y en su caso modifican los partícipes ( que pueden ser miembros de partido-movimiento o no) y que el fiat de la dirección convertirá en documento oficial del partido. Lo que no hay es un conjunto de directrices previas fijadas por el partido que, desde una perspectiva de conjunto, global, fije las líneas generales de la oferta política que se pretende dirigir a los ciudadanos en las legislativas, recurriéndose luego a consultores y técnicos para que instrumenten correctamente las decisiones (políticas) que el partido adopta.
El procedimiento, tal y como se está instrumentando, implica que el partido carece de un pensamiento de gobierno propio y que, para dotarse del mismo, recurre a la abierta y p&