Fundación Sevilla Acoge
Los naufragios de embarcaciones
repletas de personas inmigrantes se han convertido en una imagen habitual,
indolora e indiferente para la gran mayoría de ciudadanos europeos, pues tales
tragedias diarias no levantan olas de protesta e indignación para gritar con
solidaridad hacia las víctimas: ¡Basta Ya!... Pero eso se hace ocasional y muy
débilmente sólo por algunas minorías. Porque no nos duelen, porque esos muertos
no son de los nuestros y no hacemos nada efectivo ni ciudadanía ni Gobiernos para que cesen tales tragedias.
El pasado año 2014, unas 219.000
personas cruzaron el Mediterráneo y 3.500 de ellas perdieron la vida en sus
aguas. En este año serán muchos más, lo estamos viendo. El viejo Mare Nostrum
es a la vez foso y fosa. Muchos que viven confortablemente en la orilla norte
quieren que este mar siga siendo foso
que nos separa y defiende de “las
avalanchas de esos bárbaros del sur”. En cambio, para miles de habitantes
de la orilla sur las aguas terminan en fosa
colectiva que se traga sus vidas y sueños.
Por miles seguirán viniendo y muriendo
si la UE no actúa y si los ciudadanos no nos alzamos exigiendo más humanidad y
más justicia ante esta vergüenza. Europa no puede cerrar los ojos y debe
adoptar eficaces medidas de rescate y de acogida de quienes huyen de
conflictos, persecución y hambre en África y en otros lugares. Sin embargo, eso
no lo harán.
En las reuniones europeas y en las
cumbres de jefes de Estado toda la preocupación se centra en culpar y perseguir
a quienes trafican con personas. Aunque
proclaman la defensa de los derechos humanos, sin embargo nuestros líderes
demuestran con sus disposiciones que no valoran como prioritario el derecho a la vida, sobre todo cuando se trata de la vida de los otros, los que no son de los
nuestros. Lo que les preocupa es cómo vigilar y castigar para defendernos de la
avalancha que amenaza nuestra seguridad europea con la llegada de miles de
fugitivos. Su prioridad es apuntalar y fortalecer la Agencia FRONTEX y por eso
han triplicado el presupuesto de la misma para vigilancia y control del mar y
las costas del Mediterráneo.
Los principales dirigentes políticos
de la UE hacen públicas e hipócritas declaraciones de pesar, al mismo tiempo
que sus respectivos Gobiernos incrementan y fortalecen el control policial de
las fronteras; endurecen sus leyes de inmigración; miran impasibles el ascenso de grupos y
partidos racistas-xenófobos; no afianzan efectivos y humanitarios dispositivos
de acogida y asistencia; casi han desmantelado o eliminado sus presupuestos de
cooperación al desarrollo; promueven o consienten conflictos armados en los
países del Sur, o se benefician de los mismos (en Libia, Siria, Somalia,
Eritrea, Sudán y otros); sostienen o colaboran con gobiernos dictatoriales y
corruptos; sus políticas comerciales neo-colonialistas y las medidas del FMI
expolian gran parte de sus recursos económicos, materiales y humanos, etc.
Estas son las grandes causas de la emigración y no la
existencia de mafias a las que se quiere culpar exclusivamente de las muertes
en el mar. Si no hay cambios de fondo en las políticas de inmigración y en la
economía mundial, seguiremos lamentando más y más muertes de tantas personas
que sólo buscan y merecen un lugar digno y en paz para vivir. Y seguirá
creciendo “la globalización de la
indiferencia” (Papa Francisco).
“Decía Hobbes en el Leviathan que la única razón que
podía justificar la desobediencia al Estado era que éste no garantizara la
vida. Desde entonces hemos aprendido que la obligación primaria del Estado no
es sólo garantizar la vida como primer derecho de sus ciudadanos, sino la vida de
todos aquellos que se encuentran al alcance de su soberanía. La UE viola
grosera, masiva, gravemente esta obligación primaria cuando se trata de
inmigrantes y refugiados. Y con ello pierde la legitimidad y la razón básica de
obediencia” (Javier de Lucas).