Domingo, 26 de Marzo de 2023
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Artículos - Editorial - El búho ante el espejo
02/05/2016

El principio de hospitalidad*


por Antonio Colomer Viadel


En las culturas y pueblos antiguos la hospitalidad hacia los que pedían protección y asilo en la comunidad, aunque fueran extranjeros, era un mandato ético obligado.

El código Pashtunnwali, esas reglas de hace alrededor de tres mil años, aun hoy vivas, obligan al pueblo Pashtún, esos cuarenta millones de personas extendidas por Afganistán y Pakistán. En ese código se encuentra la norma Nahawatai que exige otorgar protección y asilo a quien, perseguido, lo solicita. Se ha dicho que Bin Laden se acogió a tal norma para ser ocultado por las tribus Pashtún cuando era perseguido encarnizadamente por los norteamericanos.

A partir de esta concepción el cine dio testimonio de un hecho real: la protección a un soldado norteamericano herido y perseguido con tenacidad por los talibanes, y oculto y defendido por una tribu Pashtún, en medio de la guerra de Afganistán, ya en el siglo XXI.

En las culturas amerindias algo parecido puede decirse del principio de reciprocidad de dones por el cual quien es más generoso hacia los otros, o hacia la comunidad, alcanza el mayor prestigio moral y establece lazos de amistad fraternal que obligan a la reciprocidad de donaciones.77

Recordemos lo dicho por Claudio Esteva78 respecto al comportamiento de los indígenas que otorgaban a sus jóvenes mujeres a los españoles, como gesto de amistad y hospitalidad. Hoy sería políticamente incorrecto pero en el siglo XVI era una obligación del principio de reciprocidad y no era mal visto por la gran mayoría de las mujeres donadas que creían mejorar su status al vincularse a unos seres superiores venidos de lejos.

En este año 2015 que se acaba la cinematografía ha reconocido con un destacado galardón, la Palma de Oro, del Festival de Cannes, en Francia, a la película “Dheepan”, del director Jacques Audiard, que cuenta la historia de Dheepan, un soldado del ejército de liberación de Sri Lanka (la antigua isla de Ceylán, al sur de la India), que deserta y huye de la guerra civil, en compañía de una mujer y una niña, a las que hace pasar por su familia, mediante un pasaporte falso. Solicita refugio y asilo en Francia y es realojado en un barrio periférico dominado por violentas bandas de narcotraficantes. El choque de culturas en medio de sociedades desesctructuradas –con incomprensiones de idiomas y valores- alcanza su clímax en otro estallido de violencia y guerra.


77. Dominique Temple. Teoría de la reciprocidad. Padep GTZ. La Paz, Bolivia. 2003. Véase en especial el Tomo I sobre “la Reciprocidad y el nacimiento de los valores humanos”, en donde Temple establece un paralelismo de este principio de reciprocidad entre el mundo amerindio y el mundo de la Grecia clásica.

Recordemos el asombro del Emperador Moctezuma, en la cultura azteca al no ser reconocido en su autoridad moral por los españoles recién llegados, ante la magnificencia de sus espléndidos regalos.

78. Véase up supra la nota 74. La obra de Claudio Esteva Fabregat “La reciprocidad en Iberoamérica”, y las referencias a las circunstancias citadas de donación.
En la evolución de la cultura humana a estos valores de reciprocidad y hospitalidad se suman y se entrecruzan otros: justicia, cosmopolitismo y paz79.

La construcción del valor de la paz en la convivencia humana es difícil y compleja, ante la evidencia de conflictos y violencias en estas relaciones entre los hombres. Ese entendimiento con los otros exige sentir instinto de respecto a la vida y a la justicia, y una tendencia cosmopolita en la persona que considera a todo el mundo como patria suya, e identifica lo que es común a todos los pueblos o a la mayor parte de ellos. Pensemos lo que significa la sonrisa o las lágrimas como expresión de sentimientos compartidos en las distintas culturas.

Uno de los mayores filósofos de la Ilustración, Emmanuel Kant, publica en 1784 “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”, en donde destaca el sentido contradictorio de la naturaleza entre discordia y entendimiento que necesita de la transacción libre para resolverlo.

A partir de estos elementos Kant va a elaborar, y publicar algo más de una década después (1795), su “Proyecto para la paz perpetua”80, en donde propone una constitución civil perfecta para regular las relaciones entre los Estados, los cuales también perpetúan los efectos de la falta de sociabilidad natural. Así mismo, sugiere crear un fuerte derecho internacional para regular las relaciones entre naciones plurales que incluya un Tribunal Superior Internacional que haga respetar ese derecho. El objetivo final es una federación de pueblos en la que todo Estado se halle tutelado es la única vía de salir –escribe Kant- de los males que padece la Humanidad. “El fin supremo de la naturaleza es un ordenamiento cosmopolita para alcanzar el cual se requiere el avance de la ilustración…”.

Este pensamiento de Kant, apenas esbozado aquí, entronca con ideas de tolerancia y fraternidad, de raíz cristiana.

Otros autores han continuado en esta búsqueda. En mi estudio citado me refiero a Wittgenstein y Norberto Bobbio. Quiero detenerme, sin embargo, en un autor próximo, Jacques Derrida, filósofo francés, judío sefardita, nacido en los alrededores de Argel en 1930 y fallecido en París en 2004. Otro filósofo, Emmanuel Levinas, -muy admirado por Derrida- lo considera el Kant del siglo XX. Tiene un pensamiento profundo entorno al concepto de deconstrucción, que analiza y critica las palabras y sus conceptos. Ahora bien, aquí quiero detenerme en dos textos: “cosmopolitas de todos los países, ¡un esfuerzo más!”81. En esta conferencia se refiere a la relación entre hospitalidad y cosmopolitismo, y a la creación de ciudades-refugio como respuesta a la expulsión de inmigrantes y al auge del racismo. Propone una ética del asilo y una práctica en verdad cosmopolita.


79. Colomer Viadel, A. “La idea de la paz en la cultura de los hombres”, en Colomer Viadel, A. (coord.), “ Cultura de paz y medidas para garantizarla”, Editorial Nomos, Valencia, 2001, pág. 11-29.

80. Kant, E., “Sobre la paz perpetua”, Editorial Tecnos (6ª ed.), Madrid, 1998. Un comentario sobre estas ideas en Colomer Viadel, A. (coord.)  op. cit., pág. 21-22

81. Se trata de una conferencia que en 1996, pronunció en el Parlamento Internacional de Escritores en Estrasburgo. Ediciones Cuatro, Valladolid, 1996.

 

Encontramos, ¿no es así?, algún eco del profesor alemán de Köningsberg, el ilustrado Emmanuel Kant, por más que Derrida oscila entre la admiración y el rechazo.

El otro texto surge a raíz de que una alumna que asiste a su seminario, la también filósofa, Anne Dufourmantelle, le pide autorización para publicar dos clases sobre la hospitalidad y la hostilidad, el otro y el extranjero. En esta obra, página a página, ambos pensadores reflexionan sobre la xenofobia, la disolución de lo privado en lo público, internet, y se preguntan entorno a las fronteras, virtuales o reales, entre lo propio y lo extraño82.

Derrida, que formó parte del Colectivo 89, por la igualdad, en Francia, y promovió la campaña a favor de los derechos de los inmigrantes a votar en elecciones locales, está también influido por Husserl y Nietchze. Siente una gran admiración, como hemos dicho, por Levinas, en cuyo entierro, en 1997, pronunció el discurso laudatorio “Adiós a Emmanuel Levinas”83

De estos textos podemos entresacar algunas claves: no hay cultura ni vínculo social sin un principio de hospitalidad, pero se trata de una hospitalidad ilimitada frente a la ley de la hospitalidad condicionada, porque entonces esas condiciones transforman el don en contrato. La inmigración no se solapa con la hospitalidad. Calcular los riesgos, si, pero no cerrar puertas a lo incalculable, es decir, al porvenir y a la extranjero. ¿Comienza, pues, la hospitalidad por la acogida sin preguntas?

En estos escritos y en algunas entrevistas Derrida manifestó su admiración por el pensamiento de Levinas, el filósofo del otro. Valora esa distancia infinita con el otro que es el elemento de la amistad, de la hospitalidad y de la justicia. Destaca algunos conceptos de Levinas, como el “dar acogida”, que incluso en la guerra, la xenofobia o el rechazo, implica que estoy abierto al otro. También la idea del derecho al respeto hacia los demás y la relación con el rostro del otro que supone una ética para resistir a las violencias que consisten en reprimir el rostro, en ignorar el rostro o reducir el respeto. Entronca con esa relación entre el yo y el otro, para construir el nosotros que es clave en el pensamiento personalista.

Recuerda Derrida las referencias en Kant y en Levinas, sobre la relación entre paz, hospitalidad y amistad, afirmando que los hombres deben cohabitar y sobre ese derecho natural deben construirse las constituciones.

Evoca así mismo, los conceptos de cosmopolitismo, tolerancia, fraternidad y su valor, sin desconocer la inspiración cristiana de los mismos.

Hay que distinguir el problema de la hospitalidad en sentido estricto de los problemas de la inmigración, pero toda legislación debe respetar la hospitalidad.


82. Derrida, J., Dufourmantelle, A., “La hospitalidad”, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.

83. Derrida, J. “Adiós a Emmanuel Levinas”, Editorial Trotta, Madrid, 1998.

Debe tenerse en cuenta en los inmigrantes su patrimonio cultural en su totalidad, incluida la lengua. Existe el peligro de un exceso en el modelo integracionista, y encontrar un equilibrio entre no olvidar su cultura, pero también conocer lo nuevo.

La hospitalidad –insiste Derrida- nos exige una responsabilidad sin derecho, previa al derecho. Se abren las puertas sin reservas, en amistad con el que viene.

Ser europeo es ofrecerse al otro, hacerlo cargado de razón y trazar una geopolítica de la promesa.

Del mundo de las ideas y el horizonte del progreso deseado en la evolución de la especie humana, tenemos que pasar a la realidad en donde los conflictos de intereses y el pragmatismo utilitario nos lleva a medidas mucho más moderadas e incluso negativas ante las circunstancias de la realidad.

Se ha producido a lo largo de estos últimos años, y ya a los inicios del 2016, un entrecruce de fenómenos migratorios acrecentados y acelerados. De una parte las mareas de desesperados del mundo subsahariano y también del Magreb, que intentan cruzar el Mediterráneo para alcanzar una Europa mitificada pero que siempre será un mundo mejor respecto a la miseria, las hambrunas y la violencia de los lugares de origen. Estos emigrantes económicos son, en realidad, emigrantes de supervivencia, ante los cuales la Unión Europea se resiste para preservar su espacio de privilegio.

Algo similar ocurre en América respecto a esas corrientes irresistibles de otros desesperados por las hambrunas, la violencia y la muerte que se dirigen hacia ese horizonte de salvación con el que se contempla la llegada a los Estados Unidos, a costa de cualquier riesgo.&l






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