En las culturas y pueblos
antiguos la hospitalidad hacia los que pedían protección y asilo en la
comunidad, aunque fueran extranjeros, era un mandato ético obligado.
El código Pashtunnwali, esas
reglas de hace alrededor de tres mil años, aun hoy vivas, obligan al pueblo
Pashtún, esos cuarenta millones de personas extendidas por Afganistán y
Pakistán. En ese código se encuentra la norma Nahawatai que exige otorgar
protección y asilo a quien, perseguido, lo solicita. Se ha dicho que Bin Laden
se acogió a tal norma para ser ocultado por las tribus Pashtún cuando era
perseguido encarnizadamente por los norteamericanos.
A partir de esta concepción
el cine dio testimonio de un hecho real: la protección a un soldado
norteamericano herido y perseguido con tenacidad por los talibanes, y oculto y
defendido por una tribu Pashtún, en medio de la guerra de Afganistán, ya en el
siglo XXI.
En las culturas amerindias
algo parecido puede decirse del principio de reciprocidad de dones por el cual
quien es más generoso hacia los otros, o hacia la comunidad, alcanza el mayor
prestigio moral y establece lazos de amistad fraternal que obligan a la
reciprocidad de donaciones.77
Recordemos lo dicho por
Claudio Esteva78
respecto al comportamiento de los indígenas que otorgaban a sus jóvenes mujeres
a los españoles, como gesto de amistad y hospitalidad. Hoy sería políticamente
incorrecto pero en el siglo XVI era una obligación del principio de
reciprocidad y no era mal visto por la gran mayoría de las mujeres donadas que
creían mejorar su status al vincularse a unos seres superiores venidos de
lejos.
En este año 2015 que se
acaba la cinematografía ha reconocido con un destacado galardón, la Palma de
Oro, del Festival de Cannes, en Francia, a la película “Dheepan”, del director
Jacques Audiard, que cuenta la historia de Dheepan, un soldado del ejército de
liberación de Sri Lanka (la antigua isla de Ceylán, al sur de la India), que
deserta y huye de la guerra civil, en compañía de una mujer y una niña, a las
que hace pasar por su familia, mediante un pasaporte falso. Solicita refugio y
asilo en Francia y es realojado en un barrio periférico dominado por violentas
bandas de narcotraficantes. El choque de culturas en medio de sociedades
desesctructuradas –con incomprensiones de idiomas y valores- alcanza su clímax
en otro estallido de violencia y guerra.
77. Dominique Temple. Teoría
de la reciprocidad. Padep GTZ. La Paz, Bolivia. 2003. Véase en especial el Tomo
I sobre “la Reciprocidad y el nacimiento de los valores humanos”, en donde
Temple establece un paralelismo de este principio de reciprocidad entre el
mundo amerindio y el mundo de la Grecia clásica.
Recordemos el asombro del Emperador Moctezuma, en
la cultura azteca al no ser reconocido en su autoridad moral por los españoles
recién llegados, ante la magnificencia de sus espléndidos regalos.
78. Véase up supra la nota 74. La obra de Claudio
Esteva Fabregat “La reciprocidad en Iberoamérica”, y las referencias a las
circunstancias citadas de donación.
En la evolución de la
cultura humana a estos valores de reciprocidad y hospitalidad se suman y se
entrecruzan otros: justicia, cosmopolitismo y paz79.
La construcción del valor de la paz en la convivencia humana es difícil y
compleja, ante la evidencia de conflictos y violencias en estas relaciones
entre los hombres. Ese entendimiento con los otros exige sentir instinto de
respecto a la vida y a la justicia, y una tendencia cosmopolita en la persona
que considera a todo el mundo como patria suya, e identifica lo que es común a
todos los pueblos o a la mayor parte de ellos. Pensemos lo que significa la
sonrisa o las lágrimas como expresión de sentimientos compartidos en las
distintas culturas.
Uno de los mayores filósofos de la Ilustración, Emmanuel Kant, publica en
1784 “Idea de una historia universal en sentido cosmopolita”, en donde destaca
el sentido contradictorio de la naturaleza entre discordia y entendimiento que
necesita de la transacción libre para resolverlo.
A partir de estos elementos Kant va a elaborar, y publicar algo más de
una década después (1795), su “Proyecto para la paz perpetua”80, en donde propone una
constitución civil perfecta para regular las relaciones entre los Estados, los
cuales también perpetúan los efectos de la falta de sociabilidad natural. Así
mismo, sugiere crear un fuerte derecho internacional para regular las
relaciones entre naciones plurales que incluya un Tribunal Superior
Internacional que haga respetar ese derecho. El objetivo final es una
federación de pueblos en la que todo Estado se halle tutelado es la única vía
de salir –escribe Kant- de los males que padece la Humanidad. “El fin supremo
de la naturaleza es un ordenamiento cosmopolita para alcanzar el cual se
requiere el avance de la ilustración…”.
Este pensamiento de Kant, apenas esbozado aquí, entronca con ideas de
tolerancia y fraternidad, de raíz cristiana.
Otros autores han continuado en esta búsqueda. En mi estudio citado me
refiero a Wittgenstein y Norberto Bobbio. Quiero detenerme, sin embargo, en un
autor próximo, Jacques Derrida, filósofo francés, judío sefardita, nacido en
los alrededores de Argel en 1930 y fallecido en París en 2004. Otro filósofo,
Emmanuel Levinas, -muy admirado por Derrida- lo considera el Kant del siglo XX.
Tiene un pensamiento profundo entorno al concepto de deconstrucción, que
analiza y critica las palabras y sus conceptos. Ahora bien, aquí quiero
detenerme en dos textos: “cosmopolitas de todos los países, ¡un esfuerzo más!”81. En esta conferencia se
refiere a la relación entre hospitalidad y cosmopolitismo, y a la creación de
ciudades-refugio como respuesta a la expulsión de inmigrantes y al auge del
racismo. Propone una ética del asilo y una práctica en verdad cosmopolita.
79. Colomer Viadel, A. “La idea de la paz en la
cultura de los hombres”, en Colomer Viadel, A. (coord.), “ Cultura de paz y
medidas para garantizarla”, Editorial Nomos, Valencia, 2001, pág. 11-29.
80. Kant, E., “Sobre la paz perpetua”, Editorial
Tecnos (6ª ed.), Madrid, 1998. Un comentario sobre estas ideas en Colomer Viadel,
A. (coord.) op. cit., pág. 21-22
81. Se trata de una conferencia que en 1996,
pronunció en el Parlamento Internacional de Escritores en Estrasburgo.
Ediciones Cuatro, Valladolid, 1996.
Encontramos, ¿no es así?, algún eco del profesor alemán de Köningsberg,
el ilustrado Emmanuel Kant, por más que Derrida oscila entre la admiración y el
rechazo.
El otro texto surge a raíz de que una alumna que asiste a su seminario,
la también filósofa, Anne Dufourmantelle, le pide autorización para publicar
dos clases sobre la hospitalidad y la hostilidad, el otro y el extranjero. En
esta obra, página a página, ambos pensadores reflexionan sobre la xenofobia, la
disolución de lo privado en lo público, internet, y se preguntan entorno a las
fronteras, virtuales o reales, entre lo propio y lo extraño82.
Derrida, que formó parte del Colectivo 89, por la igualdad, en Francia, y
promovió la campaña a favor de los derechos de los inmigrantes a votar en
elecciones locales, está también influido por Husserl y Nietchze. Siente una
gran admiración, como hemos dicho, por Levinas, en cuyo entierro, en 1997,
pronunció el discurso laudatorio “Adiós a Emmanuel Levinas”83
De estos textos podemos entresacar algunas claves: no hay cultura ni
vínculo social sin un principio de hospitalidad, pero se trata de una
hospitalidad ilimitada frente a la ley de la hospitalidad condicionada, porque
entonces esas condiciones transforman el don en contrato. La inmigración no se
solapa con la hospitalidad. Calcular los riesgos, si, pero no cerrar puertas a
lo incalculable, es decir, al porvenir y a la extranjero. ¿Comienza, pues, la
hospitalidad por la acogida sin preguntas?
En estos escritos y en algunas entrevistas Derrida manifestó su
admiración por el pensamiento de Levinas, el filósofo del otro. Valora esa
distancia infinita con el otro que es el elemento de la amistad, de la
hospitalidad y de la justicia. Destaca algunos conceptos de Levinas, como el
“dar acogida”, que incluso en la guerra, la xenofobia o el rechazo, implica que
estoy abierto al otro. También la idea del derecho al respeto hacia los demás y
la relación con el rostro del otro que supone una ética para resistir a las
violencias que consisten en reprimir el rostro, en ignorar el rostro o reducir
el respeto. Entronca con esa relación entre el yo y el otro, para construir el
nosotros que es clave en el pensamiento personalista.
Recuerda Derrida las referencias en Kant y en Levinas, sobre la relación
entre paz, hospitalidad y amistad, afirmando que los hombres deben cohabitar y
sobre ese derecho natural deben construirse las constituciones.
Evoca así mismo, los conceptos de cosmopolitismo, tolerancia, fraternidad
y su valor, sin desconocer la inspiración cristiana de los mismos.
Hay que distinguir el problema de la hospitalidad en sentido estricto de
los problemas de la inmigración, pero toda legislación debe respetar la
hospitalidad.
82. Derrida, J., Dufourmantelle, A., “La
hospitalidad”, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2000.
83. Derrida, J. “Adiós a Emmanuel Levinas”,
Editorial Trotta, Madrid, 1998.
Debe tenerse en cuenta en los inmigrantes su patrimonio cultural en su
totalidad, incluida la lengua. Existe el peligro de un exceso en el modelo
integracionista, y encontrar un equilibrio entre no olvidar su cultura, pero
también conocer lo nuevo.
La hospitalidad –insiste Derrida- nos exige una responsabilidad sin
derecho, previa al derecho. Se abren las puertas sin reservas, en amistad con
el que viene.
Ser europeo es ofrecerse al otro, hacerlo cargado de razón y trazar una
geopolítica de la promesa.
Del mundo de las ideas y el horizonte del progreso deseado en la
evolución de la especie humana, tenemos que pasar a la realidad en donde los
conflictos de intereses y el pragmatismo utilitario nos lleva a medidas mucho
más moderadas e incluso negativas ante las circunstancias de la realidad.
Se ha producido a lo largo de estos últimos años, y ya a los inicios del
2016, un entrecruce de fenómenos migratorios acrecentados y acelerados. De una
parte las mareas de desesperados del mundo subsahariano y también del Magreb,
que intentan cruzar el Mediterráneo para alcanzar una Europa mitificada pero
que siempre será un mundo mejor respecto a la miseria, las hambrunas y la
violencia de los lugares de origen. Estos emigrantes económicos son, en
realidad, emigrantes de supervivencia, ante los cuales la Unión Europea se
resiste para preservar su espacio de privilegio.
Algo similar ocurre en América respecto a esas corrientes irresistibles
de otros desesperados por las hambrunas, la violencia y la muerte que se
dirigen hacia ese horizonte de salvación con el que se contempla la llegada a
los Estados Unidos, a costa de cualquier riesgo.