¡Recuperemos
la autoestima argentina!
Roberto Fermín Bertossi
Investigador
CIJS / UNC
Mahatma
Gandhi sostenía que si queremos cambiar el mundo, antes debemos cambiar
nosotros. Sin dudas todos nos encontraremos con actitudes y costumbres personales
que deben ser revisadas y corregidas.
Este
enfoque propone el uso de una virtud olvidada: la humildad y sabiduría del
“realismo personal”. Reconocer nuestras limitaciones. Los cambios estructurales
también dependen de cambios y
reconversiones (aparentemente) menores dado que “Lo pequeño es hermoso” (E. F. Shumacher) y “Vivir
es un asunto urgente” (Mario
Alonso Puig).
No
otra cosa nos reveló el ex presidente uruguayo, José "Pepe" Mujica
cuando afirmó: "De joven quería
cambiar al mundo y ahora, la vereda de mi casa"
Son
reflejos sabios y oportunos. Todos
estamos más o menos insatisfechos con la situación argentina en general. Una
combinación de factores nos llevó a una pronunciada caída de la autoestima
personal y comunitaria. Aun así, no debemos perder, mermar ni menguar nuestro
entusiasmo y la esperanza de que lo mejor aún está por venir.
Para
ello, cada uno y cada cual haciendo su pausa en el solo criticar, deberá ser
capaz de hacer haciendo algo proactivo y convergente en función de alcanzar y
sostener “autopistas de reconversión”, todo lo cual compromete severa y primariamente al sector público.
El
aspecto saludable de todo ´tufillo critico´ es resinificar la estructura
estatal, corrigiendo el concepto de
gobierno, escuchando a tiempo la sonoridad y el auge de populismos (con sus ´aderezos´
de desánimos, indignidades e insatisfacciones implícitas), traducidos en
despropósitos (Donald
Trump), como claras y contundentes advertencias a las elites, no solo estatales
e institucionales (Aungus
Deaton, actual Nobel de economía).
Ahora
bien, al menos por una vez hemos de poner de relieve que somos expertos en
fantasías, virtualidades e ilusiones, siempre listos para criticar o demandar
derechos, pero nada eficientes ni serviciales con nuestros deberes para ir
logrando objetivos y metas de bienestar general en pro de una más fraterna
vinculación entre personas, oportunidades, bienes, ambiente e instituciones para
recuperar demasiada autoestima extraviada por ahí.
Ya
no deberemos permanecer campantes en esta convivencia resentida, agrietada y vulnerable,
sedienta de regenerar un fragmentado tejido social, cuya restauración debe
comenzar en nuestra casa y en nuestros establecimientos educativos. Es lo que nuestra noble y cabal autoestima
patria espera de nosotros y de aquellos
cuya conciencia requiere una reacción coherente, innovadora y propositiva, al
menos como eficaz contrafuegos de un rampante y corrupto estado de cosas que no puede perdurar,
en tanto implique impunidades, desigualdades, inequidades e inseguridades,
tanto como desalmadas corruptelas público-privadas y desaprensivos
empobrecimientos ilícitos con sus consecuentes
peores postergaciones humanas.
Preconclusivamente,
la multitud de bienes de la vida y de los recursos naturales son para todos.
Ello nos exige un racional, equilibrado, compensado y corresponsable uso,
usufructo, disfrute y goce universal (sin abusos), los que así debieran de ser
garantizados constitucionalmente por la justicia, el derecho y la ley, según
nuestra propia Constitución Nacional.
Finalmente,
la ´vara institucional´ será un índice veraz de traducción de derechos humanos en
capacidades efectivas (Amartya Sen, Nobel de Economía 1998) todo ello
descontando el supremo compromiso constitucional, el cual aseguró una alcurnia
de teoría pero ya mismo debiera ocuparse en la materialización ciudadana y
palpable de los mismos, instancia que si bien ha reservado un rol central a la
justicia, no podrá prescindir de intracooperaciones para extra-competitividades
nacionales, ni impedir que la autoestima argentina mancomunada
cooperativamente, vuelva a ser capaz de
renovar no solo veredas de nuestras viviendas, sino que desde cada
propio rol o quehacer personal, aportemos generosa y solidariamente a un cambio
positivo, significativo y duradero del este hermoso país nuestro, restaurando
definitivamente un hoy alicaído aprecio o consideración que cada argentino tiene
de sí mismo y como sociedad civil, paradójicamente cuando la historia parece
dispuesta a ofrecernos la oportunidad inédita de comandar la nave insignia
sudamericana.