Antonio Colomer Viadel
Catedrático de Derecho
Constitucional (J)
Universitat Politècnica
de València
No es mala ocasión recordar aquel
15 de junio de 1977, hace, pues 40 años. Como uno de los supervivientes que
encabezó una de las candidaturas en València de aquellas primeras elecciones
democráticas, tras los tiempos oscuros, no puedo olvidar la alegría y euforia
de todos los candidatos y el ambiente realmente increíble de convivencia entre
grupos muy dispares pero identificados en la ilusión, e incluso el entusiasmo,
por la democracia recobrada.
En mi caso, además, con la
ingenuidad un tanto utópica de encabezar un nuevo partido político en el
panorama valenciano y español, el Partido Laborista, cabeza de la Federación
Laborista. Era el secretario general de aquel partido y de aquella Federación
que era tripartita y me acompañaban dos amigos ya desaparecidos, Higinio Pérez
Arce, concejal del Ayuntamiento de València, uno de los más animosos y
entusiastas con el nuevo ambiente democrático y el Profesor Lorenzo Ferrer
Figueres- a la cabeza de nuestra candidatura al Senado- y que fue, durante
muchos años, Decano de la Facultad de Matemáticas de la Universitat de
València.
El mes anterior a la elección, es
decir, en mayo de 1977, publiqué el primer libro de la editorial La Hora de
Mañana, creada por mí, y que 40 años después aún pervive como periódico digital
(www.lahorade.es). Esa obra inaugural se
titulaba “Una solución de izquierda para España”, del economista Vicente Pérez
Sádaba-. Publiqué el prólogo a este libro como Secretario General de la
Federación Laborista, y haciendo referencias al Manifiesto Laborista que
acabábamos de elaborar. Algunos de los párrafos allí escritos me siguen
pareciendo válidos y de absoluta actualidad.
Al inicio afirmaba que éste era
un libro hondo y veraz, pensado desde una gran preocupación por la armonía y la
libertad de nuestro pueblo, y que Pérez Sádaba dibujaba un profundo bosquejo
crítico de la España actual, y de las causas de la situación convulsiva del
sistema de relaciones en nuestro país.
También proclamaba que el
laborismo, en España, era una opción política que lo distingue del resto de los
partidos de izquierda, al no tener ningún antecedente que le condicione su
ajuste a la realidad actual, ninguna dogmática que limite la libertad de sus
miembros ni ninguna servidumbre internacional que le fuerce a la obediencia.
“El laborismo en España desea
asimilar, por superación, componentes liberales, socialistas y libertarios,
entroncando también con la tradición comunal viva de nuestros consejos de
vecinos y modelos mancomunados de trabajo asociado.
En lo social, ha buscado el
protagonismo de las personas y grupos sociales allí donde crecen sus problemas
e inquietudes porque solo enraizando las decisiones a los que sufren sus
consecuencias, estas pueden ser compartidas y verdaderamente libres.
Desconfiamos de aquellos que
exigen la delegación de plenos poderes por medio de salvarnos… que se
transforman de liberadores a opresores con increíble facilidad.
Hay que buscar el equilibrio
entre la evolución permanente, que nunca se complazca definitivamente en una
etapa y la estrategia de los objetivos concretos, la estrategia de los
peldaños, que debe llevarnos a un planteamiento ajustado que, si se nos permite
el neologismo, llamaríamos un planteamiento reforvolucionario.
En lo que no necesitamos
establecer límites y etapas es en la exigencia ética de los comportamientos de
aquellos que quieren inducir al pueblo a optar por determinados caminos.
La historia contemporánea
contempla la existencia de gigantescas organizaciones opresoras que han
generado su sistema de autojustificación, aunque pervivan unas referencias
retóricas a los objetivos liberadores que, en principio, explicaron su
nacimiento.
Debemos conseguir que la política
española llegue a ser un campo de entendimiento entre ideas contrapuestas, y no
un azuzar de odios contra odios.
Esta esperanza no la empaña la
algarabía y frenesí de estas vísperas electorales, en donde los causantes de
tantos desafueros quieren sucederse a sí mismos, sustituyendo la fuerza de la
razón por el bombardeo de la propaganda.
Se quiere confundir la democracia
–protagonismo consciente del pueblo- por el mero mecanismo del sufragio que es
un instrumento de aquella, y que resulta inadecuado si no se dan las
condiciones previas de serenidad, conciencia de los problemas, exposición libre
y organización de las fuerzas sociales”.
Ciertamente ya se atisbaba la
manipulación financiera en la articulación de las fuerzas políticas y por ello
me conformaba al final de este prólogo en insistir para la Federación Laborista,
en su papel de activador de la toma de conciencia y organización de nuestro
pueblo para que, en un próximo futuro sea él quien asuma, de verdad, la
decisión y la palabra sobre su existencia colectiva.
València, 10 de mayo de 1977.
El amable lector decidirá si
estas premoniciones han sido certeras y si estos deseos se han cumplido o no.