Antonio Colomer Viadel
(Valencia, enero de 2018)
I.
Introducción
Un acontecimiento académico notable es la aparición de esta
colección de libros, destinada a marcar un hito en el mundo del pensamiento. Antes
de describir su origen y fundamentos, considero necesario referirme al lugar
donde nace: la ciudad de Padua, en el norte de Italia, próxima a Venecia, y la
aureola que la envuelve por una sucesión de prodigios que crea en ella un clima
propicio a la excelencia.
La ciudad de Padua (Padova, en italiano), dice la leyenda que
fue fundada por Antenor, refugiado de Troya, antes del 300 a.C. y ya resulta
extraordinario que en una de las calles céntricas de la ciudad exista sobre
cuatro columnas un sarcófago con los restos de esta leyenda.
Desde este siglo IV a.C. la llamada entonces Patavium era una
de las ciudades más prósperas del Imperio Romano. Fue destruida por los
longobardos.
Renace como una comuna libre que en el siglo XV se vincula a
la República de Venecia.
II.
Primer
prodigio
Esa red de prodigios que le imprimen una atmósfera especial
se inicia tal vez con la llegada de aquel fraile franciscano, nacido en Lisboa
en 1195 y que tomará el nombre de Antonio de Padua para morir en esta ciudad y
alcanzar de forma relampagueante la santidad y el título de doctor evangélico.
El encuentro entre Antonio y Francisco en Asís (1221), -los
futuros santos admirables- es otro acontecimiento crucial. A partir de entonces
Antonio deslumbra a las muchedumbres por la elocuencia de sus predicaciones que
conmueven a las gentes como no se había visto y oído hasta entonces. Este
franciscano denuncia especialmente la avaricia y la usura, promueve la justicia
y conmueve con su palabra a los pueblos. El futuro santo vive episodios
místicos, como la bilocación que supone ser entendido por los peces, a los que
predica, cuando algunas gentes desprecian sus sermones.
Muere a los 35 años, el 13 de junio de 1231, a las puertas de
Padua, con fama de santo universal, famoso por sus milagros y sus predicas
conmovedoras.
La ciudad de Padua va a construir en su honor una notable
Basílica gótica, con cúpulas de estilo bizantino, de una extraordinaria belleza
exterior e interior, donde se conserva el sepulcro del santo, objeto de
peregrinaciones hasta nuestros días y una Capilla de sus reliquias -y las de
otros santos-, entre las que destaca la lengua incorrupta de San Antonio, tal
como se descubrió al abrir su sepulcro años después de su muerte. Esta aureola
franciscana envuelve a la ciudad y es uno de sus primeros prodigios.
III.
Segundo
prodigio
Es necesario recurrir a otro signo de excepción en esta
sucesión de prodigios. Me refiero a la Capilla de los Scrovegni o también
llamada capilla de la Arena, mandada construir por Enrico Scrovegni, por los
pecados de su padre, un destacado usurero. Los frescos que cubren completamente
el interior de esta capilla los pintó entre 1305 y 1306 Giotto y van a suponer
el salto desde la pintura medieval al inicio del Renacimiento y de la pintura
del mundo moderno. Los 36 cuadros que recubren las paredes representan la vida
de San Joaquín, de Santa Ana y de la Virgen, así como de la vida de Cristo, y
por debajo, alegorías de las pasiones, de los vicios y las virtudes, con
figuras tridimensionales que tienen gestos y expresiones de personas en crisis
o bajo presión, que manifiestan las diferentes pasiones como no se había
pintado ni visto hasta entonces. Al fondo, una prodigiosa representación del
Juicio Final al que están destinados tanto los portadores de virtudes como de
vicios y donde aparecen figuras humanas y de bestias tan sobrecogedoras que nos
hacen pensar que el Bosco debió inspirarse en algunas de ellas para su Jardín
de las Delicias.
Esta capilla de la Arena o de los Scrovegni es otro de los
prodigios de Padua, que le da una posición única en la historia del arte.
IV.
Tercer
prodigio
En este triángulo mágico de los prodigios de Padua, hemos de
referirnos, finalmente, al nacimiento de su Universidad en 1222. La historia
nos cuenta que pocos años después de que se creara la Universidad de Bolonia,
estudiantes y profesores de ésta, disgustados por la falta de libertad y la
opresión de ideas, la abandonaron- la cual cerró unos años- y se trasladaron a
Padua, en donde se les permitió crear una nueva como un espacio de respiración
libre, de libertad de conciencia y de pensamiento y también de responsabilidad
porque fue gobernada por los propios estudiantes, los que reconocían y
respetaban la valía de los mejores maestros, a la vez que exaltaban la verdad y
libertad de pensamiento.
En medio del oscurantismo de la época, de tantas formas de
fanatismo y las hogueras que quemaron a no pocos mártires de esa libertad de
conciencia y pensamiento, Padua se convierte en un faro de atracción al que
acuden, ansiosos tanto de esa libertad como de la calidad de la enseñanza y la
investigación, alumnos de toda Europa. En la Sala dei Quaranta se representa este
número de los más destacados alumnos de las diferentes naciones que allí
acudieron. En esta Sala se muestra también la cátedra de madera que los
estudiantes construyeron para oír las lecciones de unos de sus maestros más egregios,
Galileo Galilei, que dijo que allí vivió los 18 años más felices de su vida y
pudo explicar e investigar sin trabas sus revolucionarias ideas sobre la teoría
del Sol como centro al cual giraban los planetas y entre ellos, la Tierra. Le
había precedido, años antes, como alumno, Nicolás Copérnico, que fue un precursor
de estas ideas.
Otro dato excepcional en el mundo de los portentos de esta
universidad es que allí se doctoró la primera mujer en la historia universal.
La veneciana Elena Lucrezia Cornaro, nacida en 1646, realizó en Padua estudios
de matemáticas, gramática, filosofía y teología, y el 25 de junio de 1678
defendió su tesis de doctorado en un discurso en latín clásico sobre las ideas
de la física en Aristóteles, siendo aclamada por su brillantez como la primera
mujer doctora en la historia universitaria, en el mundo. Fue profesora en
distintas universidades europeas para retornar a enseñar matemáticas en su
Universidad de Padua y en esta ciudad fue enterrada, porque era su deseo, en el
Monasterio de Santa Giustina.
Y los prodigios de esta universidad continúan al ser
forjadora del pensamiento médico científico moderno, a partir del siglo XVI,
con figuras como Vesalio, Colombo o Harvey. Se creó allí el famoso Teatro
Anatómico –Aula de Anatomía-, en 1594, y florecen técnicas médicas de todo tipo
y conocimientos destacados. Recordemos la figura de su alumno, el inglés Harvey
y sus estudios sobre la circulación de la sangre. La Escuela Médica de la
Universidad de Padua sigue siendo un centro propulsor de ideas innovadoras
hasta nuestros días.
V.
Los
prodigios y las Colecciones recién creadas
El entrecruzamiento de todos estos prodigios crea una
atmosfera creativa peculiar y ello da razón, entre otros acontecimientos, de la
aparición, a finales de 2017 de esta notable colección LINCE-O. Es de justicia
reconocer el papel impulsor de su creadora y directora, la Profesora Antonella
Cancellier que, desde su cátedra de Lengua y Traducción (Lengua Española) de
esta Universidad de Padova, y como especialista en lingüística y semiótica en
el campo de la lengua española, así como del análisis crítico de la literatura
hispanoamericana, ha dado testimonio de un afán de perfeccionamiento y rigor en
sus investigaciones que ahora culmina con estos proyectos hechos realidad. En
la dirección le acompañan el profesor Vincenzo Milanesi, catedrático de
Filosofía Moral, ex Rector de la Universidad de Padova y el profesor Telmo
Pievani, catedrático de Filosofía de las Ciencias Biológicas y delegado del Rector
de la Universidad de Padova para la comunicación científica.
Tal vez habría que recordar aquí aquella idea del filósofo
Benedetto Croce, “solo la plenitud del pensar puede dar sentido a la vida”.
Ciertamente también la sensibilidad y realizar –como el título de otra obra suya-
“La historia como hazaña de la libertad”.
Tenemos necesariamente que hacer referencia a un antecedente
próximo, también del 2017: la creación de otra colección precursora “Las Nubes
de Magallanes, colección de estudios transatlánticos”, creada por la profesora
Cancellier (Viterbo, Sette Città), y dirigida por ella y la profesora Marisa
Martínez Pérsico. Este título nace de una constelación formada por dos
galaxias, de pequeñas dimensiones, conectadas con un puente luminoso y visibles
desde el hemisferio austral. Fueron descritas por primera vez por Antonio
Pigafetta, nacido en la ciudad de Vicenza, próxima a Padua y participe en
aquella expedición, que duró tres años, 1519-1522, que inició Magallanes y
culminó Juan Sebastián Elcano y supuso el primer viaje alrededor del globo
terrestre. Es decir, otro prodigio que iba a cambiar la concepción de nuestro
mundo.
Pigafetta, primero en su diario, y luego en la “Relación del
primer viaje alrededor del mundo” (Venecia, 1536), dio testimonio de este
acontecimiento excepcional.
Las dos galaxias que inspiran el nombre de la Colección,
metafóricamente también lo hacen a los contenidos de la misma, cuya principal
propuesta radica en la circulación de ideas y pensamientos, el discurso
interdisciplinar y el sentido de la complejidad, así como las relaciones entre
Europa y América.
En esta narración de excepcionalidades que pareciera
exagerada, hay que decir que el primer número de esta Colección, ya publicado,
supone una reedición de la versión bilingüe, español e italiano, de la obra de
José Enrique Rodó, “Ariel”. Traducción cuya primera versión al italiano ya
realizó en 1999 la doctora Cancellier y ahora ha renovado en sus notas
actualizadas y consta con la nueva presentación de otro gran maestro, el doctor
José Luis Abellán.
En 2017 se cumplía el centenario de la muerte de Rodó en
Palermo, Sicilia, y el “Ariel”, escrito en 1900, y dedicado a la juventud de
América, es otro prodigio a destacar, tanto por su estilo y riqueza lingüística,
como por el reclamo de la lucha por la identidad iberoamericana, inspirada en
los valores del mundo clásico.
VI.
La
Colección LINCE-O
Llegamos ya a nuestra colección LINCEO-O. Su nombre evoca
también la figura de ese animal de prodigios, el lince, que en la Península
Ibérica está encontrando uno de sus últimos refugios.
La colección, según la profesora Cancellier, su directora y
creadora, se propone interrelacionar la ciencia con el arte, la literatura y
las múltiples formas de la cultura. No se queda ello en un enunciado teórico,
sino que su mejor testimonio son los tres primeros libros que acaba de
publicar.
Los dos primeros son los poemas de una autora excepcional,
Clara Janés, enamorada de Padua y fascinada por Galileo y verdadera adelantada
como poeta en lengua española, de la evocación poética en la naturaleza y en la
ciencia, de los elementos materiales y orgánicos que la componen y de sus
restos originarios, en dos libros extraordinarios de poemas titulados
“Lapidario” y “Fósiles”, cuya traducción y edición son realizados también por
la profesora Antonella Cancellier.
El tercer volumen de la Colección, con más de 600 páginas,
pero que aparece simultáneo a los dos primeros, se titula “El Corazón es Centro,”,
que es un verso de María Zambrano, y que
dio también título al Coloquio Internacional e Interdisciplinario celebrado en
Padua del 6 al 8 de octubre de 2016, organizado y presidido por la profesora
Cancellier en torno a las narraciones, representaciones y metáforas del corazón
en el mundo hispánico. Se recogen en él, pues, trabajos (la gran mayoría en
español) tanto en el campo de la medicina como de la política, de la
lingüística, de la literatura, de las artes visuales, de la filosofía y de la
antropología cultural del mundo hispánico. Prestándose atención a las
emociones, las pasiones y los sentimientos del corazón que tanto se han evocado
en el mundo creativo de la ciencia y también de la literatura.
Ahora bien, si esta es la atmosfera que como una emanación
natural da nacimiento a estas dos colecciones y en especial a la de LINCEO-O, no
quiero terminar de evocar este mundo prodigioso sin exponer las claves,
orígenes y fundamentos que para mí tiene este título.
VII.
Claves
y fuentes de LINCE-O
Hay dos fuentes inspiradoras de ésta Colección: una, antigua,
en la mitología griega. Allí se encuentra la figura de Linceo, hijo de Afareo,
rey de Mesenia, que junto a su hermano Idas, participó en la expedición de los
Argonautas, a la búsqueda del “vellocino de oro”.
Apolonio de Rodas (295 a.C. - 215 a.C.), autor del poema
épico “El viaje de los Argonautas”, escribe (Libro I, 157-155):
“Venían desde Arena (…) Linceo y el orgulloso Idas (…).
Linceo sobresalía sobre todo por su agudísima vista, si es verdad la noticia
que decía que el héroe podía ver con toda facilidad, incluso debajo de la
tierra”.
Esa mirada prodigiosa, que atravesaba los objetos, puede ser
la de la ciencia y el arte, una forma de leer el mundo.
La finura de la estampa felina del lince, realzada por la
brillantez de sus ojos, es nuestra enseña.
La otra fuente más próxima, es la de la Accademia Nazionale
dei Lincei, fundada en 1603 por el noble Federico Cesi, y otros tres amigos, en
Roma. Abierta a todos los saberes –primero las ciencias naturales y más tarde
las sociales y humanas--, defensora del espíritu innovador e indagador. La
Accademia adoptó el lince de la cubierta del libro “Magia Naturalis” (1558), de
Giambattista della Porta, a la vez que integraba al autor de esta notable obra.
En aquella época (Venecia, 1610) Galileo había publicado su
obra “Sidereus Nuncius” (El Mensajero Sideral), donde ya enunciaba la
revolución heliocéntrica. Este gran científico y profesor de la Universidad de
Padova, es incorporado al año siguiente, como quinto miembro de la Accademia Nazionale
dei Lincei, que lo apoyó y defendió contra todas las acechanzas y
persecuciones. Allí publicó su extraordinario libro “Il Saggiatore” (1623).
Desde su integración firmó como Galileo Galilei Linceo.
La aguda visión del lince simboliza la destreza para la
observación de la realidad y de sí mismo, requerida para la ciencia, el arte y
toda la cultura.
Creo que todas las ciencias y las artes suponen una tarea
cooperativa y de apoyo mutuo. Incluso los grandes solitarios escriben en la
añoranza de los otros, y de mejorarse en su comunicación.
Artistas, científicos, literatos, en prosa o en verso,
reciben información del mundo y sus gentes y de las experiencias de su entorno.
La agudeza de su perceptividad de los estímulos, los saberes, las vivencias y
sensibilidades de los demás, es clave de su obra creativa.
La vista del lince supone, por tanto, un entendimiento sagaz
y perspicaz. Agilidad física y mental. Tal vez más necesaria en esa especie de
los linces, de frágil naturaleza, y por ello, gran vulnerabilidad, y riesgo de
supervivencia. En ello existe una indudable analogía con la especie humana,
perseguida por tantos peligros, en un entorno autodestructivo.
Habrá, pues, que acoger aquí, en esta notable colección,
todas aquellas miradas penetrantes que indaguen sobre los caminos de salvación y
superación de nuestra especie, que deberán aferrarse a asideros de ayuda mutua.
Solo así descubriremos esa nueva estrella que nos ilumine,
como faro inextinguible, en ese mestizaje de ética, conocimiento y belleza.
Tal como fue la nueva estrella de la cual la Accademia Nazionale
dei Lincei, dio noticia en su primera publicación (1605).
Ningún valor humano nos es ajeno.
Nota: Para más información sobre los
Comités Editoriales y Comités Científicos Internacionales, normas de
publicación y de aceptación de originales en estas Colecciones, se pueden
dirigir a su directora (antonellacancellier@yahoo.it)