Hace más de
un año, en el Ateneo de Madrid, al entregar la paloma que es el símbolo del
Premio Gigante del Espíritu que concede nuestro instituto INAUCO, en este caso
del año 2018, a otro hombre de talla extraordinaria como es el historiador del
pensamiento español, José Luís Abellán, utilicé en mi intervención el título de
un libro póstumo de Umberto Eco traducido aquel año al español, que había titulado
“A Hombros de Gigantes”. Me pareció una imagen y una metáfora muy certera
porque es apoyándonos sobre estas personas clarividentes, como crecemos y
llegamos más lejos en nuestra visión del mundo y de sus gentes.
Por ello he
elegido este título que se acopla tan bien a mi vivencia de lo que ha
representado Mario para mí y para otras muchas personas.
Tengo que
volver a decir que mi fascinación por Bunge empezó en aquella conferencia que
le oí en mayo de 1983 en la Universidad Autónoma de Madrid sobre “Paradigmas y
Revoluciones” en la que denunciaba la frivolidad con la que se utilizan algunos
términos y la necesidad de rigor intelectual y metódico para abordar los
análisis e investigaciones.
En octubre
de aquel año 1983 apareció el primer número de nuestra Revista Iberoamericana y
Gestión Comunal (RIDAA) y en su presentación introductoria afirmábamos la
voluntad de seguir el método y modelo bungeriano, tal como lo había expuesto en
la conferencia de unos meses antes, en nuestro trabajo que ya dura 37 años con
la revista. (www.ridaa.es).
A partir de
entonces ha existido una relación basada en la empatía mutua. Se incorporó al Consejo
Editorial de RIDAA y ha colaborado en ella desde aquel primer trabajo en 1987 sobre
“Cooperación y Competencia” que dada su brillantez y calidad incorporé al libro
“Sociedad Solidaria y Derecho Alternativo”, coordinado por mí y publicado por FCE
en 1993.
En todos
estos años no hemos dejado de comunicarnos desde que me confesó que su famoso
Tratado de Filosofía en varios volúmenes hacía referencia al termino
autogestión, para mi tan querido.
En esta
recta final de su vida y trayectoria recuerdo que a finales de 2018 le dije que
al año siguiente íbamos a celebrar el III Congreso Internacional América-Europa
sobre la gestión de los Bienes Comunes a partir del ejemplo del Tribunal de las
Aguas de Valencia. Se apresuró a enviarme un artículo titulado “La tragedia de
los bienes compartidos” que en enero de 2019 publicamos en nuestro periódico digital
La Hora de Mañana (www.lahorade.es) y aún
ahí figura.
En la
celebración de este Congreso en junio de 2019, en la Universitat Politècnica de
València, decidí que fuera también un homenaje a Mario Bunge con motivo de su
próximo cumpleaños de sus primeros cien años, el 21 de septiembre de aquel año.
Además de en la presentación inicial del Congreso, pronuncié la lección final
de clausura bajo el título “El difícil equilibrio entre libertad, igualdad y
fraternidad (en homenaje en Mario Bunge en su centenario). Esta lección y todos
los trabajos del Congreso se encentran en el número 73-74-75 de RIDAA, tanto en
papel como en versión digital (www.ridaa.es).
En este
recuerdo apresurado no podemos profundizar en tantos aspectos de su gigantesca obra,
pero reafirmar nuestra admiración hacia aquel luchador incansable por tantas
causas justas, denunciador de falsarios y estafadores del conocimiento. Debo
reconocer en especial la impresión de una de sus obras últimas, “La filosofía
política”, subtitulada “Solidaridad, cooperación y democracia integral” con la
reivindicación de una democracia con protagonismo de los ciudadanos y no sólo
en la política sino también en la cultura y economía. Y con un trasvase moral
que lo presida todo. Ya que decía Bunge en esta obra “el componente más
importante de la acción política es el moral…” “En este sentido el núcleo de la
filosofía política es la moral, el arte de ayudar a otros a disfrutar de la
vida”.
Con personas
como Mario piensas –contra toda lógica- que no se van a morir nunca, incluso en
el cumpleaños de sus cien años, la celebración resultaba festiva, la alegría por
una fuente de sabiduría que no va a dejar de manar nunca. Nos resistimos a
aceptar, en estos casos la afirmación de Heidegger de que somos seres para la
muerte.
Ahora bien,
si reflexionamos sobre la semilla fecunda que Mario sembró en nosotros sentimos
que él está vivo en la ejemplaridad motivadora que heredamos y en cierta forma,
nos vemos alzados sobre sus hombros para otear un horizonte más lejano y
profundo que no siempre otros ven. Gracias, Mario.