Sin las innumerables instancias de recusación y apelación de las que desigualmente gozan titulares de resonantes casos de corrupción de máxima actualidad y al más alto nivel institucional; y aun cuando se trata de la vida humana, lo cierto es que el pobre nace antes, labora antes, tiene hijos antes, lo empobrecen antes, enferma antes y se muere antes; confirmando una sentencia agravada e inapelable de cumplimiento inmediato, permanente y/o en suspenso para los nuevos pobres que se vienen cayendo de la clase media.
Los delitos de corrupción vitaliciamente apelables (presidente Carlos Menem); explican y predicen los crímenes inapelables del hambre, de la pobreza y de la cruel indigencia en todas sus dimensiones, tipificación o manifestaciones, de reproducción intergeneracional.
Conforme al último informe del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, (ODSA), el 43,1% de los argentinos son pobres: pero sin subsidios o dadivas del Estado la pobreza llegaría al 50%
Adicional y concomitantemente, los guarismos de la tasa de “condenados a los penares de la indigencia” se ubicó en 8,1%, afectando y desguarneciendo a 8,5 millones de personas. El informe en cuestión destaca que, en los últimos 10 años, la pobreza creció 15 puntos porcentuales.
Ahí se subraya que los nuevos pobres son “clases trabajadoras de sectores medios y populares, vulnerables a las crisis, a la falta de trabajo y a la inflación. Mientras tanto, los pobres estructurales logran protegerse reproduciendo una economía informal de subsistencia, que nos los saca de la pobreza, pero al menos la alivia”
Si delimitamos el alcance y sentido actual de la pobreza, debemos decir que no solamente se trata de la escasez o carencia de lo necesario para vivir por el solo derecho de existir. Se trata además de la carencia de bienes, de la efectiva indisposición operativa de derechos y garantías constitucionales como, vg., el acceso a la salud, a la educación, a la alimentación, a una vivienda digna, a servicios públicos esenciales (agua potable, cloacas/saneamiento, energía eléctrica, ambiente sano, entre otros), trabajo y hábitat saludable, acceso a la justicia, sobrias y merecidas vacaciones, etc.
Según el informe del ODSA, “entre 2010 y 2022, casi sin cambios relevantes, el 70% de la población estuvo afectado en al menos uno de estos derechos fundamentales”. “En términos poblacionales, esta última cifra implica que al menos 13 millones de argentinos sufren de una exclusión severa en acceso a bienes, derechos y servicios de inclusión social”
En Argentina, de una u otra manera, cada pobre, cada indigente o pordiosero fue mutilado en su dignidad, en su capacidad, en sus derechos, en sus ganas, sueños y esperanzas, haciéndoles bajar sus brazos, dignidad y entusiasmo para seguir peleándola después de tanto tiempo, de tantos fracasos, mentiras, corrupción, decepciones e impunidad.
Tanta dignidad rota en un país rico como el nuestro, cuyos gobernantes y su contracultura de planes o dadivas corruptas, vg., Argentina Trabaja, Ingreso Social con trabajo, Potenciar Trabajo y demás eufemismos conocidos por todos; naturalizó consentir, activa o pasivamente, que “otros donantes” nacionales o internacionales impongan sus administradores persuadidos que nuestros gobiernos son ladrones.
Por último, como lucidamente advierte el reconocido profesor paraguayo, Benjamín Fernández Bogado; “hemos perdido tanta dignidad que pagamos a organizaciones extranjeras como el PNUD, OEI o la FAO un 5% para que administren, incluso, nuestros recursos para que se robe menos”
Argentina es un país digno, con gobiernos mendicantes y corruptos que gozan del derecho corporativo de apelar, vitaliciamente, toda decision administrativa y/o judicial adversa; en tanto nuestra Pobreza e Indigencia “inapelables”, siguen mirando de afuera, ñata contra el vidrio, la utopía de ver traducidos sus derechos en capacidades, (Amartya Sen)
Roberto Fermín Bertossi
Experto en Cooperativismo de la Coneau