Lunes, 9 de Diciembre de 2024
<<A la búsqueda de esa hora futura en la que la libertad sea protagonismo de los ciudadanos>>
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29/11/2024

COMEDORES MILAGROSOS


por Roberto Bertossi


"Comedores parroquiales"

 


Los comedores parroquiales también conocidos como comedores comunitarios, son organizaciones fraternas de solidaridad espontánea que actual y cotidianamente, magnánimamente proporcionan alimentación a millares de personas con bajos recursos, excluidos, adictos o habitantes de la calle.

Su propósito es aportar a la solución o alivio de las más básicas necesidades alimentarias de personas que se encuentran en condiciones de vulnerabilidad social, como indigencia extrema, discapacidad o carencia nutricional.

Dichos comedores desempeñaron un rol fundamental en el transcurso de la última pandemia por COVID, complementando y en casos, supliendo responsabilidades estatales propias, entonces y ahora.

En general, los comedores barriales continúan -cuasi milagrosamente- ofreciendo nutritivas comidas gratis, sin acepción de personas, esto es sin distinción de sexo, raza, país o religión.

Curiosidad singular, resulta la foto antropológica de quienes hacen cola por cuadras, esperando alineada, pacífica y resignadamente el turno para hacerse de su “mendrugo” para sobrevivir.

Suelen interactuar con bancos de alimentos pero fundamentalmente con donantes y donaciones en el mayor de los casos anónimas, siendo gestionados y atendidos por personas que, voluntaria y altruistamente, aportan su tiempo libre/familiar, sus esfuerzos y compasiones propias, su disponibilidad, generosidad, experiencia, recursos, bienes, simpatía y calidez humana.

Estos comedores asisten barrial o parroquialmente con una o más de las comidas diarias a personas y familias desintegradas por la anterior corrupción de la real exclusión social, la desocupación, los desalojos; a las víctimas de  inseguridad alimentaria, violencia, adicciones y/o delincuencia; ello para cooperar indudablemente con su gradual y paulatina rehabilitación y reinserción social,  tanto como fuere posible.

Concretamente que cada hombre o mujer, en virtud de su dignidad e igualdad fundamental, llegue a ser capaz de ser, por sí mismo, responsable de su mejora material en términos de bienestar propios e inherentes a una cabal y genuina cultura de la satisfacción; todo lo cual supone alcanzar la titularidad de una vida digna y decorosa al poder subvenir por sus propios esfuerzos, sus propias necesidades.

Son decisivos para la implementación de estos comedores, la inspiración en los más altos principios éticos y morales universales como vg., la propia dignidad humana de cada persona, la destinación universal de los bienes tangibles e intangibles y su “puesta en común”

Con la administración Milei, una pura libertad de no interferencia estatal puede mantener personas aisladas, ocupadas exclusivamente por su propio bien, pero ajenos a los bienes comunes: la salud, el hambre, la educación, el trabajo y la vivienda digna, la cultura, el medio ambiente, etcétera.
 
Cuando la libertad no está acompañada de garantías mínimas para su paulatina, plena y vital realización, estamos ante un falso dilema.

Con relación a estos comedores parroquiales -sin perjuicio de ser clasificado o incluido en el campo crítico anacrónico del análisis-, nuestra imperante debilidad genética política, es palmaria e implícitamente cargada de potencialidad devastadora para los segmentos más vulnerables.

Asimismo no olvidemos que, durante la última campaña electoral, los anuncios de los sacrificios que se iban a requerir fueron polémicamente genéricos e imprecisos; jamás se mencionó su dosis, sus plazos, sus tiempos, ni sus compromisos (vg.nutritivos humanos, inmediatos ni mediatos). Tampoco premios e incentivos correspondientes y cuando a todo esto ya transcurrió prácticamente un año del autodenominado mejor gobierno y economía de la historia.

Ya son demasiados quienes vienen padeciendo de más, con todo el monopolio de la incertidumbre en este caótico panorama libertario y conflictivo, protagonizado de manera central e insolente.

Baste con señalar a nuestros inermes jubilados ordinarios como los docentes universitarios de carrera, a quienes les transaron su dignidad y su júbilo por “ascuas permanentes”; sí, a esas personas que trabajaron, enseñaron y aportaron en serio durante su vida laboral.

Como dijo Aristóteles, “la única verdad es la realidad”. Así, nuestra realidad actual (pero que viene de lejos) poco tiene de humana o humanitaria.

Monseñor José Ignacio García Cuerva, arzobispo primado de Argentina, prefiere hablar de herida, no de grieta; vieja herida que supura y supura al borde de una gangrena social, con los riesgos y las derivaciones inexorables que ello conlleva, herida que también se fue incrementando con una prolongada ineficacia política, multicolor.

Parece nomás, como mordazmente señaló Groucho Marx, que nuestra política vernácula es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar otra vez remedios equivocados. Todo un modo vernáculo dañino de ser y de estar.

Por último, nuestros cotidianos "Comedores parroquiales" en cuestión, sustancialmente se nutren -repetimos- de un admirable voluntariado desde la cultura del servicio fraterno y de una economía de comunión, gratuidad e inclusión, como alternativa a otras imperantes de la competitividad o el economicismo de exclusión; en orden a la transformación más justa, solidaria y fraterna de una sociedad finalmente para todos.

Roberto Fermin Bertossi
Experto Coneau en cooperativismo  

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