Miércoles, 15 de Octubre de 2025
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Artículos - Editorial - El búho ante el espejo
04/10/2025

La TRANSICIÒN DEMOCRATICA renacida y recobrada


por Antonio Colomer Viadel


La transición democrática española es un acontecimiento y un proceso excepcional en la historia española, y posiblemente también a nivel mundial, puesto que sirvió de ejemplo y de modelo para deseados procesos de democratización en otros países, y en especial en Iberoamérica.

También la recuperación de una grave crisis económica y social, así como un cambio radical de régimen político para recuperar un proceso de elecciones democráticas y de regulación amplia de derechos y libertades públicas, en un corto periodo de tiempo, es algo a lo que he denominado “una epopeya de nuestro tiempo”.

En otoño de 2021 publicamos el Nº 78-79 de nuestra Revista Iberoamericana de Autogestión y Acción Comunal (RIDAA), primero en papel y después en versión digital (www.ridaa.es), dedicado a esa transición democracia española que ya denominamos una epopeya de nuestro tiempo y con numerosas colaboraciones, ya que el número tuvo 467 paginas. En la editorial a la vez de señalar lo extraordinario de este periódico realizado en paz y concordia mediante consenso de fuerzas políticas y parlamentarias plurales y a veces opuestas, señalamos que había una campaña de desprestigio e infravaloración de la transición e intención de desmontaje del llamado modelo de la constitución del 78.

Unos años después, en 2024, en la editorial Dilex de Madrid (info@editorialdilex.com), acordamos publicar, con alguna reducción de páginas y unos nuevos prólogos, la edición como libro de aquella obra de la Revista, manteniendo el titulo “La Transición Democrática Espala, una epopeya de nuestro tiempo. Proyección en Iberoamérica”.

Ahora y gracias a la amable invitación de la Revista Foro, de la Facultad de Derecho de la Universidad Complutense de Madrid, escribo el presente artículo centrado no tanto en el recuerdo histórico de esa transición sino en la urgente necesidad de recobrar su espíritu cara al futuro, en beneficio de la sociedad española y de un régimen político estable de convivencia y de estabilidad que nos permita proyectarnos en desarrollo, desde el respeto mutuo y la cooperación responsable entre diversos pero que valoran un bien común que ha de ser defendido por todos.

PRIMERA PARTE.

La editorial Dilex me pidió que escribiera una breve sinopsis de esta obra que sería ahora el resumen de ese trabajo del pasado, pero con valores y principios aun válidos para el futuro y que incluyo aquí como elemento introductorio.

“La Transición española es un periodo excepcional de nuestra historia contemporánea, por la rapidez del cambio radical de régimen político, al restaurar la democracia y un sistema político de derechos y libertades públicas y, a la vez, de crecimiento económico y social (a partir de 1975-1978).

Han colaborado en este libro 16 autores, tanto protagonistas de aquel periodo, como académicos y profesores expertos en esta etapa histórica, de tendencias muy variadas pero coincidentes en el valor del consenso y la concordia de todos los partícipes en la Transición, para el éxito de los objetivos alcanzados, en medio de una situación compleja y difícil.

También han participado académicos iberoamericanos que testimonian sobre el impacto impresionante que esta Transición tuvo en sus países, donde fue vista como posible modelo para sus propios procesos de transición democrática.

Esta obra va dirigida a los que recuerdan, con añoranza, ese periodo de convivencia cívica para construir, todos juntos, una democracia compartida, y superar las graves crisis económicas y sociales de las que se partía.

Se dirige, así mismo, a las nuevas generaciones que no vivieron aquella verdadera epopeya política ni han podido valorar y reconocer el mérito de aquellos protagonistas a los que debemos esta sociedad española actual.

Destacaría, entre ellos, a Adolfo Suárez (1935-2014), primer jefe de gobierno de la Transición e impulsor primordial de tal transformación, cuya imagen engalana la portada de este libro, y un artículo sobre él, cierra esta obra.

Tal vez para regenerar y reconducir hacia una etapa de plenitud a nuestro país, en justicia y concordia, tendríamos que rescatar aquellos valores y principios.”

SEGUNDA PARTE.

Entre los que han participado en el análisis de este periodo excepcional de nuestra historia, en nuestro libro, quiero recordar la referencia fundamental del Profesor Miguel Martínez Cuadrado cuando afirma que hay diez años nucleares en la historia de España: claves de la Transición, de 1969 a 1979,   y traspasados por una divisa verdaderamente nuclear: Reconciliación-Concordia, Consenso Constitucional, que explican acuerdos entre dispares pero que quieren alcanzar metas comunes para la estabilidad y el crecimiento de nuestra sociedad, y superar los enfrentamientos del pasado.

Otro participe en nuestra obra, el economista Ramón Tamames, define esta fórmula casi mágica de concordia denominándola “compromiso histórico” que nos permitió escapar de aquel abismo de crisis económica y social y de desvertebración política e institucional, mediante varios pasos decisivos: la ley para la Reforma política, aprobada por referéndum en diciembre de 1976, la preparación, con la oposición ya legalizada, de las elecciones generales de junio de 1977, los Pactos de la Moncloa (octubre 1977), y la propia Constitución de 1978. Tamames cita a un amigo suyo italiano el cual señalaba que nosotros, en España, alcanzamos lo que, en Italia, en aquella época, se había propuesto con el nombre de “Compromesso Storico” y que no pudieron alcanzar, pese a que lo intentaron llevar a cabo Aldo Moro (democracia cristiana)-y por ello lo asesinaron- y Enrico Berlinguer (partido comunista italiano).

Lo cierto es que tanto los Pactos de la Moncloa como la Constitución del 78, fueron admirados e imitados en países en crisis social y económica graves y con procesos de democratización en sus inicios.

El filósofo Julián Marías, desde su independencia y sagacidad de análisis, al inicio del cambio político, afirmaba que se partía del miedo de tantos españoles que se preguntaban: ¿Qué nos va a pasar? Marías subrayaba el optimismo realista de que hacía gala el primer gobierno de la Transición y calificaba ese cambio político como “la devolución de España a los españoles” (1).

En esta obra sobre Julián Marías, el autor da también testimonio de lo dicho y escrito por el presidente de aquel primer gobierno de la Transición, Adolfo Suarez, en un homenaje a Julián Marías, y al proceso de la Transición y a la visión por el filósofo de tal cambio político. Para alcanzar la democracia y la modernidad los españoles solo debíamos respetarnos unos a otros y comprender, de una vez para siempre, que las diferencias de creencias, opiniones, ideologías u origen territorial que se dan entre nosotros no nos

(1)    Pedro José Grande Sánchez, “Julián Marías”, colección Sinergia, fundación Emmanuel Mouniere, Madrid 2025, p.38-39.

convertían en enemigos recíprocos sino en complementarios en la tarea común de conseguir la España de todos y para todos.

Y añadía más adelante: Marías sintetizó en dos palabras la esencia del cambio político: primero la liberalización; después la democratización. Y así fue, en efecto. Primero se establecieron las libertades de reunión, de asociación política, de expresión e información y se decretaron las tres amnistías. Después fueron las elecciones generales y la constitución del primer Parlamento democrático. Éste debía aprobar una Constitución que amparara a todos y que para todos sirviera. El camino de la libertad y la democracia estaba abierto. Quedaba vivirlo. (2).

Nuestro libro se cierra con un artículo titulado “Adolfo Suarez, el caballero sin tacha y sin miedo” (pp 286-290), del que soy autor. Además, recogía en el prólogo de la obra la cita de otro texto del presidente Suarez cuando ya estaba fuera de la política, en 1995, que es bien significativo: “la estrategia de la reforma política implicaba dos tácticas y dos tratamientos distintos: uno para los grupos que pretendían la continuidad del Régimen anterior, otro para las fuerzas políticas de la entonces denominada oposición. Ambos caminos debían converger en la aprobación de una constitución elaborada entre todos para que a todos sirviera. Los primeros tenían que aceptar la dialéctica de la reforma política, y eso suponía tres decisiones: amnistía que permitiera la reconciliación de todos los españoles; legalización de todos los partidos políticos y sindicatos, y aceptación de unas elecciones generales libres, único medio para que el pueblo español recobrase su soberanía y expresase su voluntad. (3).

 

 (2). Adolfo Suarez, “Homenaje a D. Julián Marías” en “Homenaje a Julián Marías. Un siglo de España”, alianza editorial, Madrid 2002, pp 366-368.

(3). Este texto se reproduce en VVAA.” La Transición. Memoria gráfica de la historia y sociedad española del siglo XX”, el País, 7, Madrid, 2006, p.116

TERCERA PARTE.

 

Ya en 2021, cuando publicamos el número 78-79 de nuestra Revista (véase www.ridaa.es), dedicado a la transición, apuntamos que ese espíritu se estaba perdiendo en los comportamientos interpersonales de los políticos, e incluso surgía un proyecto deliberado, en algunos, de acabar con el régimen del 78.

La aceleración de tal proceso en los últimos tiempos, y el riesgo de deshebrar el tejido político y social y la quiebra institucional nos puede arrastrar a los bordes desintegradores de una crisis que está siendo solo evitada por la acción de los profesionales, los trabajadores y los empresarios. Ello nos obliga a exigir un giro radical. Hay que recuperar, primero, el respeto mutuo, y no confundir los antagonismos políticos, y sus legítimas discrepancias, con una enemistad basada en una animadversión irreconciliable.

Esa conjunción para objetivos que se puedan compartir   exige una virtud previa, aquella que Thomas Carlyle, en su obra “los héroes”, calificaba como la primera virtud, la de la sinceridad. Sin exigir la naturaleza heroica de esta tarea, pero aproximándose a ella, tal sinceridad implica un respeto profundo a la verdad, exorcizar la mentira, y excluir a sus practicantes.

En tal práctica de consenso habría seguramente que empezar por un giro en la educación, en la que se sustituya la competencia a ultranza y la búsqueda del predominio, en forma de humillación a los perdedores, para alcanzar los números unos, por una educación compartida desde la solidaridad y la cooperación, y sus prácticas, en las que también se valoren el esfuerzo y el mérito para mejor construir entre todos tales objetivos que consideramos obra común de nuestro esfuerzo conjunto.

En particular, rescatar la educación para la ciudadanía, la educación para la convivencia y la participación democrática. Educación ética y cívica, a partir de los principios y valores constitucionales que hemos de sentir como principios irrenunciables.

Recobrar así la ilusión por la vida democrática, pero para ello necesitamos también la ejemplaridad de los políticos y combinar la democracia representativa con formas de democracia participativa. Mejorar la iniciativa legislativa popular que implique una mayor pujanza en el procedimiento, un verdadero debate con sus promotores en sede parlamentaria y posibilidades reales de aprobación. En el plano constitucional hay que realizar, de una vez, la reforma del Senado para que sea la Cámara de las Comunidades Autónomas y voz de los municipios.

Incluso debe crearse un Registro Nacional de quejas, reclamaciones y demandas populares desde las pequeñas y personales hasta las más amplias y generales, que deben ser estudiadas y consideradas, y remitirlas, luego, en su caso, a los órganos administrativos pertinentes, a los defensores del pueblo, o a la deriva judicial, con la nota de este análisis previo. También hay que reforzar la institución de los defensores del pueblo a todos los niveles, incluido el municipal y promover la difusión de su actividad en los cursos escolares y en los medios de comunicación.

Estamos dejando a nuestros jóvenes sin asideros éticos, despojados de la conciencia de encontrarse respaldados por la sociedad en donde nacieron, y por el aparato político que debiera regular normas, para que verdaderamente se sintieran protegidos en el proceso de su maduración.

Ello les lleva, en unos casos, a un individualismo de un egoísmo militante, con el único horizonte de la motivación para un hedonismo frustrante. Y en otros, a disolverse en un colectivismo de bandas, grupos, organizaciones radicales, como única forma de sentirse cobijados, pero anulados de su autonomía personal, por formas de disciplina fanática de carácter irracionalista. Otros, en la indiferencia de una vida sin ilusiones ni esperanzas. Recobrar esa ilusión y esa esperanza es nuestro fundamental desafío.

Habría que rescatar aquel equilibrio entre la voluntad de participar en comunidades abiertas y éticas, sin renunciar a la autonomía de sus personalidades propias. Aquello a lo que a lo largo de mis trabajos he definido como el “paradigma de la comunidad de los libres”.

En una enumeración de proyectos concretos que respondieran a ese espíritu renovado de consenso, debemos indicar que en todas las entidades que se constituyan para ello, la independencia y la competencia de sus miembros deberá ser la nota predominante, y no la fidelidad a ningún grupo político, cultural o religioso.

Podemos citar algunas propuestas, abiertas a una ampliación en el futuro:

A). Una política de fomento de cooperativas de vivienda, asegurando la participación efectiva de sus socios, mayoritariamente jóvenes, y sin que haya ninguna minoría aprovechada. Apoyo social tanto en créditos como en terrenos y suelos, facilitados en las mejores condiciones.

Alquileres sociales temporales, con ventajas para los prestatarios de servicios sociales.

B). Establecimiento de un Servicio Social Voluntario, para la juventud, bajo la orientación de expertos competentes e independientes.

Se realizarían labores de preparación de bosques y campos para prevenir incendios y otros trabajos necesarios por la posibilidad de inundaciones, con el apoyo y colaboración de profesionales. Y otros servicios sociales para la población vulnerable.

Con una pedagogía para promover la ética del voluntariado de previsión que no es tan movilizador como el voluntariado ante catástrofes presentes. Para favorecer esta motivación, además de la conciencia de ayudar a sus semejantes necesitados, se establecerá una compensación por esos servicios, de duración temporal a establecer, con becas para estudios y ayudas para las viviendas de la política señalada en el punto A.

C). Organismo independiente para un sistema riguroso de control de la corrupción, con el apoyo final de la Judicatura, pero de carácter imparcial e independiente. Estudio del agravamiento de la pena de estos delitos, especialmente los cometidos por políticos con cargos públicos, funcionarios de cualquier administración, y en especial los miembros de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.

D). Fomento de la política de natalidad para luchar contra el envejecimiento de la población y facilidades a las nuevas parejas para que puedan decidir tener descendencia.

E). Política común en ciencia e innovación, integrando a distintas tendencias de expertos, para atraer a científicos de calidad y repatriar a los nacionales competentes y expatriados, como prioridad.

F). Política a favor de la España vaciada para que deje de estarlo, dotándola de los servicios públicos y privados fundamentales, y fomentando mediante ofertas de trabajo, empleo y vivienda en estos municipios la llegada de personal tanto nacional como emigrante legal, en cooperación con las administraciones públicas, y en especial con los municipios y las comunidades autónomas.

G). Política de integración social y cultural de la emigración, mediante campamentos para los jóvenes, y sistemas de charlas para los adultos, en esta materia, e información sobre política de vivienda, enseñanza, regulación legal y valores y principios constitucionales.

H). Política exterior compartida para fomentar la cooperación con el mundo iberoamericano, fortalecer los proyectos de acción conjunta en la cultura, la economía, la educación, e intercambio de profesionales y expertos, en todos los niveles.

En el plano político esta labor se debe centrar en el papel prioritario de las Cumbres iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno, rescatándolas de su decaimiento y debilidad de los últimos años. Realizar un papel incrementado de mediación entre la UE y la América iberoamericana. Establecer un órgano para mediar y cooperar en la resolución de conflictos entre países de la Unión Iberoamericana. Fomentar la vigencia de los derechos fundamentales y las libertades públicas, así como la practica correcta de la participación democrática plural.

Tal vez algunos tacharan tales propuestas de utópicas, pero habría que recordarles que solo cuando nos proponemos alcanzarlas, aunque no lo consigamos plenamente, sí que avanzamos unos pasos en esa trayectoria.

Ojalá la sociedad española, los ciudadanos españoles se conviertan a la convicción de que hemos de exigir esas políticas de consenso renovado a nuestros dirigentes si quieren alcanzar la talla ética de auténticos dirigentes.






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