16/04/2011
La Economía Social Solidaria como nuevo escenario del Mutualismo
por Roberto Bertossi
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La mutualidad es una de las mejores expresiones humanas de fraternidad, cuyas versiones dan cuenta —más destacadamente— de las experiencias de los babilonios, del presidente Franklin —en 1782 con su mutual contra incendios— y, como factor clave para el hospedaje, afianzamiento, desarrollo y expansión de la inmigración y su redignicación.
En la actualidad, esa mutualidad exige herramientas nuevas ante la mundialización de la economía con sus extravagantes esquemas " financieros que han repercutido tan negativa y excluyentemente en el campo del trabajo y de la seguridad social, fundamental y trascendentemente.
Esas primeras herramientas son humanas y ya deben reconfigurar su identificación y encarnación personal con su mutual, sintiéndola, sabiéndola y mostrándola como propia, ya que un gesto vale más que mil palabras y la impresión inicial siempre condiciona las posteriores.
Bajo estas premisas, la capacitación y auto capacitación constante e incentivada, la innovación, la productividad, la competitividad y la entusiasta creatividad confirman al capital humano mutual como clave de estas organizaciones solidarias. Así mismo y ante las crecientes necesidades de crecientes desocupados y marginados, estamos ante un enorme desafío humano que merece —en términos de estricta justicia— un mercado que abandone sus lógicas cerradas del lucro como valor supremo y esto sea acompañado con aperturas progresivas en el contexto local, regional y mundial a nuevas formas de actividades económicas y de servicios esenciales más caracterizados por la mutualidad y los asociativismos solidarios con clivaje en la sociedad civil para el logro del desarrollo humano, mucho más allá de los primeros objetivos del milenio hasta estructurizar la cultura de la satisfacción en plenitud, universalmente.
Por último, globalizar la mutualidad será poner nuestros mejores avances del conocimiento al servicio de este objetivo, destacando la exploración científica y aproximaciones académicas relacionadas con las diferentes visiones y estrategias existentes en el campo mutual, especialmente desde y hacia la perspectiva y prospectiva de la pobreza, de hirientes disparidades desde lo económico, territorial, político, ecológico y cultural. Este objetivo deberá ser apto para intensos procesos de integración y cohesión humana estratégicos, transfronterizos y trasnacionales, reeditando en esta hipermodernidad todo lo bueno de la jalea de solidaridad propia de las primeras comunidades de creyentes y personas de buena voluntad, con neutralidad y sin discriminaciones ni excluidos en “esta posteridad”, convencida con Mario Benedetti que, todos juntos, codo a codo, somos mucho más que dos.
Introducción:
¿Cómo no expandir y defender nuestro mutualismo sin envalentonar a sus verdugos, coproduciendo víctimas? ¿Cómo ignorar que el auténtico mutualismo alivia el gasto público? ¿Cómo ignorar esa mutualidad que complementa la acción e intervención social ante el tremendo retroceso de las políticas sociales por la expansión ilimitada, insaciable, excluyente y apabullante del capital individualista conservadurista?
¿Cómo ignorar el eclipse de conciencias colectivo ante la tromba de la usurocracia que ya fuera condenada en el derecho romano, por San Gregorio y ahora mismo por el Código Penal vigente? ¿Cómo ignorar las tendencias laborales, provisionales, demográficas, ecológicas y de la internacionalización de la economía-financiera global?
¿Cómo ignorar que verdugos tales han hecho del lucro “un valor supremo”?
Una primera idea de mutualidad que se me ocurre es la de “personas inspiradas y movilizadas por la solidaridad”, los “socorros mutuos”; la de organizaciones de prestaciones reciprocas que sirven de base y desarrollo a cada asociación mutual; propósitos de ayudas recíprocas ante infortunios de la vida y disparidades hirientes; de ahí, el ámbito adecuado para el adelanto y el bienestar armónico, solidario y fraterno de cada persona, de cada familia, de cada grupo de inmigrantes, de operarios; de empleados privados y públicos, de funcionarios y profesionales.
1 Basado en: Sanz J.(1974, pp. 45 y ss.).
Para sugerirles o anoticiarles sobre nuevas herramientas para la gestión diaria y también para tratar de dar marcos conceptuales que permitan trabajar con mayor profesionalidad en nuestra mutualidad sin límites, me parece ineludible decir que el capital intelectual es la clave para la capacidad competitiva de cada organización mutual.
Si vamos a hablar de nuevas herramientas para la gestión diaria, no podremos ignorar crecientes obstáculos transversales como la ausencia de confiabilidad, de educación, información, capacitación, entrenamiento y cualificación; marcados absentismos y, finalmente, débiles o ausentes controles privados y regulaciones públicas, como acredita la crisis en el Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social y lamentables escándalos pseudo mutuales como pantallas de lo peor (mafia de medicamentos, usura, lavados de dinero, evasión y elusión tributaria con la consecuente mutilación del gasto público y la inversión social) e impactos negativos en la buena fe pública para con la secular nobleza mutual.
Una mutual es eso y no es otra cosa. Una mutual está clara y expresamente definida en el artículo 2 y ss. de la legislación argentina vigente. Ahora bien, potenciar cuanto favorezca el desarrollo de la actividad empresarial de las mutuales torna preciso mínimamente:
• Profesionalizar la gestión y simultáneamente, ampliar los mecanismos de acompañamiento y control sobre esta, como asambleas informativas a los asociados.
• Fortalecer la imagen mutual consolidando la garantía de asociados y toda persona física o jurídica relacionada con ella (proveedores, Estado, sindicatos, profesionales, federaciones, confederaciones y organismos internacionales interrelacionados por sectores o institucionalidades).
• Perfeccionar o crear los sistemas que estimulen en las mutuales el incremento de los recursos financieros propios, propugnando por la ampliación de los recursos y los subsidios estatales.
• Aceptar con todo el pragmatismo mutual posible las realidades del mercado.
Herramientas:
Cualquiera que sea la denominación por utilizar, al referirse al factor humano, al capital o recurso humano o al capital intelectual, sin duda, se habla de las personas que integran la mutual de que se trate dedicada a la generación solidaria de bienes, servicios y beneficios.
Sin lugar a dudas, hay consenso creciente y generalizado de que el éxito o el fracaso de una mutual, se vincula estrechamente al desempeño de todas las personas que la integran, sin importar su jerarquía, ubicación y condición. Particularmente, en un crítico ambiente como el actual, de gran competencia y profundos cambios radicales, la supervivencia de una mutual dependerá de su capacidad de adaptación y de respuesta ante la evolución del entorno y del 2 Basado en Castelló (1988, pp. 139 y ss.).
La adaptación al nuevo entorno está en constante cambio y ejerce influencias diversas en el comportamiento de la empresa de servicios mutuales, lo que ya requiere una evolución tecnológica constante del personal y directivos como la exigencia de un sistema más participativo y horizontal que favorezca y facilite la comunicación incentivando el trabajo en equipo, el desarrollo de creatividades y una potencialización de la eficacia mutual.
Las empresas solidarias cuestionan e interpelan las transformaciones introducidas por la hipermodernidad y deben ser capaces de adaptarse a las nuevas mentalidades y a las mutaciones de todo tipo. Las mutuales deben continuar extendiendo sus regiones de influencia, dado que sus servicios: 1) se benefician de la mejor combinación “servicio-calidad-precio”; 2) saben identificar, librar y ganar las luchas internas de la participación y de la adhesión del personal; 3) por último, están potenciadas para superar airosamente las amenazas externas de la competencia y del progreso tecnológico.
La consecución del progreso social y económico mutual exige que sus recursos humanos hagan converger esfuerzos hacia la constante innovación que necesita el mercado mutual conservando, alimentando y enriqueciendo el espíritu emprendedor todo lo posible, valorando con inteligencia los riesgos y las amenazas.
Como decía Schumpeter, el empresario es un hombre innovador capaz de coordinar las fuerzas económicas y producir riqueza, mutual en nuestro caso.
A propósito, como no recordar que lo pequeño es hermoso y que con varios poquitos podemos hacer “un mucho”. El desarrollo empresarial pone de manifiesto que quienes se aventuran en innovación llegan a ser empresas sobresalientes, pero, para ello, es preciso realizar un importante esfuerzo mancomunado en educación, investigación y desarrollo constante; visión de futuro y capacidad de riesgo. Ciertamente, la arquitectura empresarial continúa descubriendo un cimiento poderoso sobre el cual construir logros: se trata del “capital metafísico” consistente en capacidad de innovación, de adquisición de nuevos conocimientos, de asunción de riesgos, de compartir valores y de comunicación sin omitir que ya se debe concebir la cultura como parte de la riqueza, más que como consecuencia de ella en la convicción de que somos más dueños de lo que sabemos que de lo que tenemos. La superación continua en materia de calidad es, sin dudas, la característica más relevante de toda empresa moderna.
El principio de satisfacer al asociado en nuestro caso comienza por ofrecer productos y servicios sin defectos que cumplan las especificaciones que se ajustan a sus necesidades de cada día. Entonces, para lograr la máxima productividad, las direcciones de las empresas mutuales se podrían fijar el objetivo de los “cinco ceros”; cero errores en el trabajo para ahorrar en papelería, en tiempo, en imagen, en eficiencia, en excelencia, en fastidio de asociados, etc., todo lo cual quiere decir que tiene que salir bien al primer intento; cero averías en sus procesos de control de distribución, industrialización o producción; cero tiempo de distribución o tiempo de venta; cero stocks mediante la reducción de inventarios y cero papeleo, eliminando demoras en las comunicaciones, atenciones y requerimientos.
La empresa mutual ahora debe utilizar las nuevas técnicas de dirección y gestión en el planteamiento y resolución de los problemas que afectan a sus distintos subsistemas funcionales y que permiten la adopción racional de decisiones económicas mutuales óptimas. En años recientes se han desarrollado muchos modelos y técnicas cuantitativas al servicio de la empresa, como el análisis de gestión, aporte de elementos de racionalidad en la toma de decisiones, a través de la previsión, de la regulación y del control. También, la técnica de auditoría es aplicable a cualquier empresa con independencia de su naturaleza y tamaño, y los instrumentos del marketing hacen posible incrementar y expandir la cuota de “mercado mutual”. Por último, la complejidad tanto del entorno o del medio competitivo en el que la empresa mutual actúa como de la propia empresa como organización y, en consecuencia, de su gestión, justifica el interés por el “análisis estratégico”.
Podemos decir que el capital humano es la primera cara visible de cada mutual, es un recurso que no sólo tiene que ser, sino que también parecer, ya que siempre la primera impresión condiciona las posteriores. Así mismo, proponer recíprocamente que, como se reconoce su antigüedad, sería todo un incentivo, en más o en menos, reconocer también esfuerzos de capacitación personal y grupal, logros, saberes y simpatías puestas a disposición del servicio mutual.
Contexto social-solidario e institucional para auténticos desarrollos mutuales.
El nuevo artículo 75 inc. 19 de la Constitución Nacional, que consagró el desarrollo humano, es el paraguas magno de viejos y nuevos desarrollos mutuales que por su índole y gravitación social reducen minuto a minuto disparidades hirientes en su combate contra el hambre, el sufrimiento inútil y toda necesidad.
Desde una mirada a la economía social —toda economía es social—, hace tiempo —hoy en día nos damos cuenta retrospectivamente—, la economía también forma parte de los ámbitos en que se manifiestan los errores y las miserias humanas, pero nuestros días nos ofrecen una prueba más que evidente —superior a la de crisis del treinta—, singularmente a partir del crak up financiero mundial del 2008 y ahora con su implosión y explosión europea: no a los bebés, no a los inmigrantes, inéditas podas de haberes de los empleados públicos; reajustes jubilatorios negativos, desocupación y, por ende, disminución de ingresos mutuales por concepto de aportes y contribuciones periódicas, etc.
Por eso supimos decir que la miseria y los objetivos del milenio no podían esperar más, pero que los bancos sí. Una equivocada exigencia de la economía —digamos del mercado— de ser autónoma, de no estar sujetas a exigencias de carácter ético, ha llevado a muchos a abusar de los instrumentos económicos y financieros, tanto aquellos tradicionales como sofisticados de la actualidad, incluso, de manera destructiva, ya que no sólo mata el aborto y la inseguridad, sino también podría hacerlo nefastos programas como los de Martínez de Hoz, Alemán, Cavallo y otros por todos conocidos y padecidos.
Así pues, es posible sostener que la actividad económica-financiera tradicional no podrá resolver por sí sola todas las necesidades sociales ampliando sin más la lógica mercantilista. Sin embargo, no hagamos reproches al mercado, sino a los hombres que lo dominan, a su indigencia ética y a su irresponsabilidad personal y social. Desde la convicción de una economía solidaria posible, podemos argumentar que, dentro de sus actividades inherentes se pueden vivir relaciones de solidaridad y de reciprocidad, porque la economía no es ni éticamente neutra ni inhumana o antisocial por naturaleza. Se trata de una de las actividades del hombre y, precisamente, porque es humana, debe ser articulada e institucionalizada éticamente.
El gran desafío que tenemos planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización, agravado por la reciente crisis financiera mundial, es demostrar, tanto en el orden de las ideas como en el de los comportamientos prácticos que no se deben olvidar ni debilitar los principios tradicionales de la equidad social y de la justicia distributiva, como la transparencia, la honestidad y la responsabilidad en todas las relaciones de productividad y competitividad, sean civiles, mercantiles o neutras como expresiones de fraternidad y mutualidad, las que pueden y ya deben tener su espacio en la actividad economía ordinaria, traduciendo así al fin y al cabo una exigencia humana en este crucial momento actual de un mundo que cruje, pero también de la razón económica misma, si acaso tomó nota de sus desatinos y desaguisados autónomos.
Todo esto torna necesario que en el Estado y en el mercado se dé más cabida e incentivos a actividades económicas mutuales de personas que opten libremente por ejercer su gestión, movidos por principios distintos al del mero lucro, sin renunciar por ello a producir bienes, servicios y valores mutuales económicamente relevantes.
Es que dichas opciones se han revelado tan viables como posibles e indirectamente útiles aliviando a la comunidad circundante con todos y cada uno de estos “sucesos solidarios” que complementan, completan y hasta suelen suplir ausencia del Estado y distorsiones del mercado.
Se supo señalar que el sistema económico debe estar basado en tres instancias complementarias: el mercado, el Estado y la Sociedad Civil. Esta última es la instancia más apropiada para una economía solidaria, sin negarla en las otras. Hoy en día, podemos asegurar que la vida económica en tanto humana, debe ser comprendida como una realidad de múltiples dimensiones: en todas ellas, aunque en medida y modalidad diferentes, debe haber espacio y respeto para la fraterna reciprocidad.
Mientras se viva en globalización, ninguna actividad económica ni financiera puede prescindir humanamente de la solidaridad y la responsabilidad por la justicia, todo ello en sus diversas instancias y en cada uno de sus agentes. En definitiva, se trata de una forma concreta y profunda de democracia humana y económica inclusiva.
La solidaridad se refiere, en primer lugar, a que todos se sientan responsables de todos, por tanto, no se la puede dejar sólo en manos del Estado y menos aún, del mercado.
La economía solidaria requiere de un mercado en el cual puedan operar libremente, con igualdad de oportunidades, empresas que persiguen fines institucionales diversos. Junto a la empresa privada, orientada al lucro y a los diferentes tipos de empresas públicas o mixtas, se deben poder establecer y desenvolver aquellas organizaciones productivas y de servicios que persiguen fines socialmente mutualistas.
Entonces, de su recíproca interacción auténtica en el mercado se puede esperar una especie de combinación entre los comportamientos responsables de empresa y, con ella, una atención más sensible a una civilización de la economía.
En nuestro caso, la mutualidad se ha propuesto dar forma y organización a las iniciativas económicas y sociales que, sin renunciar al bienestar, con una activa y entusiasta participación asociativa, tanto como derecho, deber y legitimidad de beneficios y saciedad, se pueden lograr; esto es, expresiones solidarias que quieren ir más allá de la lógica del intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fines en sí mismo; que quieren ir más allá de justicias conmutativas y más aún, de aquellas distributivas. Para ello, el aprovechamiento de la infinita lozanía mutual con sus enormes posibilidades será un camino adecuado para que las mutuales en red regional e internacional, en su doble vertiente: social (asociación) y económica (empresa) puedan continuar cumpliendo su función-misión en el marco dinámico y competitivo en el que desarrollan en la actualidad sus actividades de servicios, sin que peligre su estabilidad y se asegure su supervivencia y expansión.