Premio Adepa-Faca,
a la abogacía, 1990´
La comisión de toda infame traición a
la Patria por parte de cualquier argentino o naturalizado tal, consiste en individuos
o grupos de personas que arrogándose la suma de poder público han infringido a
sus semejantes connacionales sumisiones por las cuales la vida, la libertad, la justicia, la
soberanía, las jurisdicciones naturales, el honor, las fortunas y la paz de los
argentinos habrían quedado a merced de
gobiernos y personas extrañas, (Arts. 29, 36 de la Constitución de la Nación Argentina).
Infamia semejante alcanza también a
quienes, como consecuencia de estos actos usurparen funciones previstas para
las autoridades, los que además de (imprescriptiblemente) responder civil y penalmente de sus
actos quedaran atrapados e inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos
públicos y excluidos de los beneficios de indulto y/o la conmutación de penas.
Concomitantemente, cuadra recordar al
jurista Sebastián Soler, cuando afirmaba: "Un orden democrático
se preocupa mucho más por limitar el poder que por limitar la libertad".
Como ciudadanos, el camino
democrático republicano es el único por el que todos debemos transitar -sea
cual fuere nuestro protagonismo dentro de la Patria- cumpliendo
inexcusablemente y exigiendo otro tanto en todo lo concerniente a los mandatos
de nuestra Carta Magna porque, según la misma Vg., todos los senadores y
diputados prestarán, en el acto de su incorporación, el juramento de desempeñar
debidamente el cargo, y de obrar en todo en conformidad a lo que prescribe
nuestra Suprema Constitución Nacional.
¿Están nuestras instituciones y
representantes obedeciendo estos mandatos? Y, desde nuestra conciencia
ciudadana debemos cuestionarnos si, ¿estamos
resistiendo (¡o resignados!) a tantos atropellos constitucionales como
ciudadanos o… penosa y patéticamente sólo como simples habitantes argentinos
meramente espectadores, eludiendo irresponsablemente todo compromiso cívico?
¿Acaso sentimos que cumplimos con
nuestro deber constitucional común de respetar y custodiar nuestras
instituciones, de trabajar para fortalecerlas como de poseer la convicción
activa, firme y determinada de que el único sistema para vivir y convivir con ecuanimidad,
libertad, fraternidad, justicia y respeto entre nosotros, es el democrático,
republicano y federal?
Ante la espantosa/escandalosa crisis
moral, cívica, democrática, republicana y federal, ojalá que nuestros propios
quehaceres cotidianos personales no nos permitan abandonar nuestros valores propios
del garbo y de la gallardía de nuestra argentinidad.
Singularmente, que sacudamos y
abandonemos toda actitud sumisa, omisiva no comprometida, cancelando simultáneamente
sin demora (antes que sea irremontable), la enorme hipoteca que
indigna, prodiga y afrentosamente -sin derecho ninguno-, hemos contraído,
exponiendo más aún el futuro de nuestras generaciones futuras.
Así entonces, que ninguna inconstitucionalidad,
que ninguna prepotencia aritmética legislativa, que ninguna asonada ni ninguna
pachorra de la sociedad civil ´logren´
nunca jamás, justificar ninguna caterva
de infames traidores a la Patria porque, ante esto último, también nuestra
complicidad por omisión será inexcusable en tanto los hombres pasan pero las
instituciones permanecen, definitivamente.
Finalmente,
la conciencia de cada uno y de cada cual, tendrá la última palabra.