Prof. Dr. José Luis López González
Profesor Titular de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Madrid
“Sí a la vida y no a la muerte y deshumanización de la sociedad con absurdas guerras que nos desgasten a nosotros mismos como hermanos y a nuestro hermoso país”
Miguel de Unamuno.
“Europa se forjará en las crisis y será la suma de las soluciones adoptadas para esas crisis”
Jean Monnet
Si tu patria te exige perder tu vida, o la de tus seres queridos, es que no merece ser tu patria. Cuando tu patria garantiza tu vida y tus derechos, te surte de razones para quererla. Los Estados democráticos están al servicio de las personas. Ningún Estado merece perder una sola vida humana. Es falso que apostar por la paz constituya una postura infantil. Todo lo contrario, es postura propia de gobernantes responsables y realmente democráticos.
La guerra es también la negación misma de la política y del Derecho y el fracaso del ejercicio del poder que aúna la política con el Derecho. La negociación, el diálogo y la diplomacia son elementos constitutivos de la acción exterior de un Estado realmente democrático. La primera víctima de una guerra, como se está comprobando, es la información veraz.
El autócrata del Kremlin especula con los suministros de gas y electricidad de toda Europa cuyos precios disparados suponen una seria amenaza de caos para las economías occidentales. La dependencia energética de Rusia, por parte de Europa, ha crecido hasta extremos muy preocupantes. Es preciso reducir la insoportable dependencia de los combustibles fósiles. Sin duda, a corto plazo, la víctima económica de la guerra de Ucrania será la inflación, puesto que el precio de los alimentos, y sobre todo de la energía, se ha elevado más de un 40% desde el comienzo de la contienda. La guerra de Ucrania y las sanciones a Rusia agravarán aún más el ya desfavorable panorama macroeconómico de la Europa democrática.
Putin lleva a cabo esta acción en el marco de una economía, la de Rusia, muy precaria e incapaz de soportar por mucho tiempo las sanciones establecidas por los países occidentales. Rusia concluirá seguramente este desdichado e impresentable episodio de su historia mucho más aislada y empobrecida.
La Unión Europea no debería haber permitido que su sistema bancario sea la cueva en la que se ocultan las fortunas de los magnates rusos. Estos sujetos han actuado con la complicidad descarada de los partidos que han dado todo tipo de facilidades para mantener, protegidas en el anonimato, las inversiones irregulares rusas como corresponde al cinismo y la amoralidad con la que tantas veces actúan, a modo de ejemplo, los diputados conservadores ingleses. Se ha de reconocer que históricamente se ha carecido en Europa de una verdadera política financiera que ponga freno a las prácticas especulativas descabelladas. Por si faltara algo, otros países autocráticos, como China, Turquía e Irán, amenazan también nuestros sistemas democráticos de diferentes formas y maneras.
Hay algo que parece claro: la Unión Europea, junto a los socios de la OTAN, debería haber actuado contra las finanzas de los potentados rusos con la mayor rotundidad y profundidad y todo ello desde el primer momento. Según el Banco Central de Rusia, más de la mitad de los flujos de capitales que recibe dicho país tienen su origen en Chipre. Otro porcentaje nada desdeñable, pues supera el 20%, del total, se localiza en Reino Unido. O lo que es lo mismo, los plutócratas rusos atesoran sus ingresos, de más que dudosa legalidad, en Chipre y viven cómodamente en Londres. La incapacidad de la Unión Europea, hasta la fecha, para poner fin dentro de sus fronteras a los paraísos fiscales, algo realmente imperdonable, ha alimentado esta espiral de dependencia energética y fortunas fabulosas de los compinches de Putin, fortunas que luego se ponen a buen recaudo en la Unión Europea distorsionando nuestro sistema financiero y generando serios daños y un gran desprestigio, en términos éticos y de ejemplaridad tributaria. Del mismo modo, que la dependencia energética de Occidente alimenta la arrogancia de Putin, todo parece indicar que el dictador puede haber subestimado su dependencia del sistema financiero internacional (la de sus fortunas y la de toda la economía rusa).
Porque la invasión se plantea, en esencia, como una guerra contra Europa y sus sistemas constitucionales que garantizan una convivencia democrática. En efecto, Rusia ha financiado impunemente partidos políticos secesionistas y antisistema. Ha manipulado la información y ha inoculado un enorme descontento, impotencia e indignación entre los ciudadanos inocentes, rusos y de otros países.
Ahora parece que la Unión Europea se ha decido, por fin, a adoptar medidas como la prohibición de donaciones a los partidos políticos del exterior de la Unión Europea, la aprobación de una nueva regulación sobre la publicidad política, así como la inserción de innovadores mecanismos de sanción contra los ciberataques y las campañas de desinformación. En efecto, la Unión Europea ha sorprendido con una acción extraordinariamente rápida y solidaria entre los países miembros y, aunque siga habiendo divisiones, se abre una ventana para el bloque de reformas urgentes que se necesita.
La beligerancia no hace sino aumentar, según transcurren las jornadas, las muertes, el sufrimiento sin fin y los desplazamientos forzosos cargados de renuncias y pérdidas materiales y espirituales producto de la sinrazón.
Uno invade y el otro contraataca. Defenderse no es necesariamente devolver violencia por violencia. Aunque Ucrania tiene derecho legítimo a defenderse. Por más que el dirigente ruso sea el principal culpable, ante esa situación de violencia injustificable, Ucrania debió ponerse, con anterioridad, es decir desde el principio, en manos de la comunidad internacional.
En guerra, la paz se consigue cuando se valora con rigor evitar el sufrimiento de las personas y salvar vidas por encima de proteger una “presunta honra”, individual y/o colectiva, frente al conflicto. Se trata de evitar que “ojo por ojo” sea equivalente a “todos ciegos”. Insisto, jamás se evitó una guerra sin costes “morales” para una parte. Lograr parar una guerra no es negociar. La negociación es el segundo paso. Cuando a costa de que uno pierda, de manera formal y momentánea, “la dignidad patria”, logra el inicio de una negociación que merezca ese nombre, al amparo de la ONU. El primer principio que ha de hacerse efectivo para alcanzar la paz podría formularse como sigue: “si me veo obligado a elegir, prefiero perder honra antes que vidas”.
No es en modo alguno admisible, en una Europa que se pretende civilizada, el sufrimiento de las personas y la pérdida de vidas humanas. Por desgracia, si hay algo claro en esta injustificable invasión es que la población civil se ha convertido en un objetivo militar prioritario. Como ocurrió en los Balcanes, se enciende la mecha, desde y por el “poder”, y son los ciudadanos y las ciudadanas de a pie los que resultan dañados.
En este conflicto, la Paz, escrita con mayúscula, como merece su incalculable valor para el ser humano, se conseguiría al instante si se produjese el cese de la agresión impulsada por Putin.
Se nos han ocultado, en muchas informaciones de prensa, dos datos realmente trascendentes a la hora de evaluar la situación:
a) Ucrania ya soportaba una intensa inestabilidad e inseguridad antes de la invasión militar dirigida por Putin y que dio inicio el 24 de febrero de 2022.
b) Históricamente, Ucrania es el origen mismo de Rusia. Es algo más que el país de “al lado”. Cuestión diferente es la manipulación de esos vínculos por parte de Putin para ponerlos ilegítimamente al servicio de sus fines expansionistas e imperiales.
En el caso que nos ocupa, existe un sujeto agresor (Putin) y una sociedad agredida (el pueblo de Ucrania). Esta es la realidad a la que las mujeres y hombres de bien hemos de atender.
Todas y todos estamos llamados a solicitar la colaboración de los actores del ámbito internacional para la recuperación de la paz en esta zona de nuestro Planeta. Y por extensión, y dada la repercusión del conflicto, en el resto del mundo.
Creo que esta invasión ha de analizarse como lo hizo Miguel de Unamuno con ocasión de nuestra calamitosa y desdichada Guerra civil. Se trata de una mirada desde el prisma de los derechos fundamentales inherentes a quienes, en su condición de personas, jamás pueden renunciar a su dignidad. Con una mirada sincera ante el mundo y expresada mediante la culta palabra que caracteriza al pensador vasco.
Termino como empecé con el mensaje cargado de valor y compromiso del insigne escritor español, principal exponente de la Generación del 98, Miguel de Unamuno: “Sí a la vida y no a la muerte y deshumanización de la sociedad con absurdas guerras que nos desgasten a nosotros mismos como hermanos y a nuestro hermoso país”.